Hace 80 años, en marzo de 1930, el lago Epecuén, famoso por las propiedades curativas de sus aguas, estaba cerca de convertirse en un "espeso y enorme solar cetrino".
Era tal la sequía que sufría la región que el lago Epecuén, ubicado a unos diez kilómetros de Carhué, necesitaba agua de manera urgente, ante la concreta amenaza de terminar siendo un páramo. "Desde las que fueran sus orillas, junto a los hoteles balnearios, el agua se ha retirado a una distancia de 1.000 a 1.500 metros y su caudal es una masa espesa circundada de cristalizaciones de sal", señaló una crónica de este diario.
Epecuén era un punto de atracción nacional por sus curas de barro, baños termales y sus aguas con notables propiedades curativas para enfermedades como el reumatismo y la escrófula.
Ante esta sequía, el intendente de Adolfo Alsina pidió al gobernador el urgente envío de un ingeniero hidráulico, para que aconsejase "cómo aumentar el caudal del lago".
Al año siguiente, en 1931, continuaba igual, al punto de que las autoridades solucionaron parcialmente el alejamiento de las aguas construyendo un espigón de madera, que se internó en el lago, y se instaló un tranvía a tracción animal para transportar a quienes no querían llegar caminando hasta el agua. "El público está encantado y hasta saborea un aperitivo en la glorieta del espigón", se aseguró.
Curiosidades de una villa que, superada aquella sequía, con los años alcanzaría el otro extremo para, en noviembre de 1985, desaparecer bajo las aguas.
|
|
|