Durante las últimas tres décadas han surgido en nuestro país distintas organizaciones dedicadas exclusivamente al cuidado del medio ambiente. La Fundación Pro Tigre y Cuenca del Plata es una de ellas, creada en 1983 por Carlota Sánchez Aizcorbe y un grupo de vecinos que, alarmados por la creciente degradación del río Reconquista, responsable directo del 33 por ciento de la contaminación del Río de la Plata, decidieron alertar al Estado y a la sociedad sobre esta situación.
Con el objetivo de sanear este curso de agua, Carlota se vinculó con los sectores más desprotegidos, generalmente afectados por la contaminación producida por las industrias radicadas en barrios de bajos recursos económicos. Integró varias redes de organizaciones y participó de un contundente informe sobre el Reconquista, junto con Eduardo Mondino, ex defensor del Pueblo de la Nación, y distintas universidades y organizaciones ambientalistas. Este documento fue el puntapié inicial para que la Justicia y las instituciones del Estado comenzaran a reconocer y a actuar sobre el tema de una vez por todas. Su presencia en encuentros ambientalistas en todo el mundo y su activa participación le valieron muchas distinciones internacionales.
En diciembre de 2005 esta líder de irrenunciables convicciones murió en un accidente a bordo de una lancha cuando iba a visitar uno de los proyectos de la fundación, en pleno delta del Paraná, justo en el lugar por el que luchó incansablemente. Tras su fallecimiento, la Fundación Pro Tigre atravesó un período difícil y sufrió un reacomodamiento natural. Hoy está nuevamente de pie, sostenida por un grupo de profesionales de diversas áreas.
Hace casi tres décadas que Pro Tigre trabaja por la protección del ambiente en la zona de influencia del Reconquista, que atraviesa dieciocho municipios bonaerenses, de inevitable parentesco con el Riachuelo. La derivación clandestina de efluentes altamente contaminantes a las aguas trasluce la ausencia de control sobre las industrias con la anuencia de quienes gobiernan. Un panorama que, sumado a la carencia de un servicio básico como es el de la provisión de cloacas y el acceso al agua segura, crea el horroroso cuadro que afecta directamente a más de cinco millones de personas.
Resulta inadmisible también la construcción de desarrollos urbanísticos en pleno delta del Paraná sin un plan de sustentabilidad. La destrucción del ecosistema, la violación de las normas ambientales y el escaso acceso a la información pública parecen ser cuestiones cotidianas. La explicación es la falta de voluntad política de las autoridades provinciales y municipales, que ni siquiera han comenzado a pensar en un plan de gestión integral para sanear el Reconquista. Y, en medio de la desidia, nadie responde por las gravísimas consecuencias que esta situación está acarreando sobre la salud humana y el medio ambiente.
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