Hasta el momento, los indicios apuntan en el sentido de que no surgirá una única fuente energética capaz de sustituir al carbón y al petróleo.
Por el contrario, todo parece indicar que será necesaria una combinación de fuentes muy diversas para sustituir paulatinamente los combustibles fósiles.
Adicional a las pilas de hidrógeno y la energía eólica, geotérmica y solar, la energía proveniente de las olas y las mareas promete ser otra de las posibles fuentes alternativas de energía limpia y renovable en un futuro inmediato. Su desarrollo avanza aceleradamente.
En 2003 los investigadores de la Escuela de Planeamiento, Arquitectura e Ingeniería Civil de la Queenâ'Ts University en Belfast, Irlanda del Norte, comenzaron las pruebas intensivas en el laboratorio de lo que han dado en llamar el Convertidor Hidroeléctrico de Energía de la Olas.
El primer equipo a escala real, proveniente de los modelos de tamaño reducido estudiados en el laboratorio, fue desarrollado en 2008.
Y poco después, el 20 de noviembre de 2009, el primer ministro de Escocia inauguraba oficialmente en las islas Orcadas las pruebas de campo de una planta hidroeléctrica basada en este convertidor.
La electricidad generada en la planta será distribuida entre los habitantes de las Orcadas y otros lugares cercanos, integrándose a la red eléctrica nacional. La nueva planta es única en el mundo, tanto por su potencia como por el sistema utilizado, y se estima que podrá suministrar la energía necesaria para unas 9000 viviendas promedio.
¿Cómo funciona?
La idea fundamental en la que se basa el convertidor es muy simple. Un gran cilindro hueco flota en la superficie del agua y está unido mediante articulaciones móviles a una base que descansa anclada en el lecho marino, a unos diez metros de profundidad.
Cada vez que pasa una ola, el cilindro sube y baja transmitiendo su movimiento, mediante la articulación, a unos pistones hidráulicos sujetos a la base. Los pistones bombean agua a presión, que se conduce por tuberías hasta una turbina generadora en la playa cercana.
A su vez, la turbina produce energía eléctrica en forma similar a como lo hace el generador de una hidroeléctrica convencional.
En resumen, el vaivén de la ola se convierte en energía eléctrica, usando solamente agua como intermediario. El único gasto a tomar en cuenta es el posible deterioro con el uso de los partes mecánicas del equipo.
La Aquamarine Power Ltd, empresa que ha tomado a su cargo la comercialización de estos equipos bajo la marca OysterÂ, alega que su sistema posee grandes ventajas sobre otros que intentan hacer algo parecido.
No hay generadores o electrónica de algún tipo bajo el agua, tampoco correas de transmisión o engranajes, y muy pocas partes móviles.
Todo lo necesario para generar la electricidad se encuentra en la playa, fuera del agua, protegido y con fácil acceso. Tampoco hay riesgo de contaminación, pues se utiliza la misma agua de mar como fluido hidráulico y, además, el equipo es muy silencioso.
Colocado en un sitio favorable, un convertidor hidráulico puede generar una potencia máxima de dos megawatt ante los embates de un oleaje promedio. La Aquamarine Power Ltd. piensa que construyendo parques de estos equipos en sitios adecuados se lograrán alcanzar potencias de 100 megawatt o más.
Para encontrar los sitios adecuados donde colocar los Oyster, la compañía se ha enfrascado en la confección de una base global de datos de recursos marinos.
Su finalidad es inventariar los recursos del oleaje y las mareas en cualquier lugar del mundo y así poder predecir las posibilidades reales de aplicación de su tecnología. En particular, las aguas escocesas poseen alrededor de un 10 por ciento del potencial energético de las olas de Europa, y casi un 25 por ciento del potencial de las mareas.
El proyecto también se muestra atractivo para los países tropicales, a pesar de la posible amenaza de los fenómenos meteorológicos de gran intensidad comunes en estas regiones. Bastaría sumergir o retirar el cilindro flotante para garantizar la protección del equipamiento ante la amenaza de uno de estos eventos.
El éxito de Oyster ha estimulado al Reino Unido a financiar una segunda etapa del proyecto, Oyster 2, que contará con casi un millón de libras esterlinas provenientes de fondos para la investigación y el desarrollo. La instalación de una nueva planta se prevé para dentro de dos años.
Quizás ya vaya siendo hora de reconocer la importante contribución de los ingenieros al desarrollo de la ciencia. En 2009 el premio Nobel de Física no fue a parar a manos de un físico, sino a la de tres ingenieros; el canadiense Willard Boyle (85), el norteamericano George Smith (79) y el chino Charles Kao (76).
Boyle y Smith lograron desarrollar en los años sesenta los sensores de imagen de las cámaras fotográficas digitales, mientras que Kao trabajó en la transmisión eficiente de información a larga distancia por fibra óptica.
"Son inventos que han cambiado completamente nuestras vidas y también han proporcionado herramientas para la investigación científica", dijeron los representantes de la Academia de Ciencias sueca al anunciar el premio en Estocolmo, el 6 de octubre de 2009.
Una reflexión promovida por la revista New Scientist ha estimulado a un grupo de científicos e ingenieros de prestigio a pedir la creación de premios adicionales en áreas no reconocidas hasta el momento.
Se relacionan más bien con la tecnología que con las ciencias básicas. Uno de los galardones propuestos sería el premio Nobel de Medioambiente Global, afín a proyectos como el de Oyster, que promueve la creación de nuevas fuentes de energía limpia y renovable.
(*): Doctor en Ciencias Físicas. Facultad de Física de la Universidad de la Habana. Colaborador de Prensa Latina.
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