Fenómenos naturales asociados al período seco y a otros procesos llaman la atención de los venezolanos, abatidos por sucesivos incendios forestales y el velo blanquecino de la calima.
Recientes noticias sobre la disminución del caudal del salto Ángel, el mayor del mundo, provocaron nostalgia entre los habitantes del país suramericano, orgullosos de la majestuosa caída de agua con 980 metros de altura, que se precipita desde los bordes de un tepuy, montaña abrupta con paredes verticales y cimas planas.
Pese a los criterios difundidos en varios sitios web, científicos locales negaron que la cascada del Parque Nacional Canaima esté en completa sequía, aunque admitieron que ocurrió una reducción de su torrente.
Además de transformar la deslumbrante vista del Kerepakupai Merú (en lengua pemón salto del lugar más profundo) la ausencia de lluvias hizo descender considerablemente los niveles de agua en los embalses del país al punto de poner en crisis el sistema eléctrico nacional, dependiente en un 70 por ciento de fuentes hídricas.
La preocupación por un posible colapso del Guri, principal hidroeléctrica de la nación, obligó al gobierno a acelerar proyectos alternos, basados en la generación térmica junto al aprovechamiento de la luz solar y la fuerza de los vientos.
La sequía avivó también incendios forestales en los cerros caraqueños del Waraira Repano y otros sitios de alta significación natural, siniestros que mantienen en alerta a cuerpos de bomberos de varios estados.
En opinión de expertos, el fenómeno climatológico conocido como El Niño, responsable de la baja humedad y la elevación de las temperaturas, ha propiciado también la expansión del fuego por áreas boscosas, aunque no se descartan otras causas vinculadas a la acción humana.
Lo cierto es que todos los sucesos se concatenan, científicos del Ministerio para el Ambiente aseguran que el aumento de los incendios generó en Caracas un incremento de la calima, pequeñas partículas de polvo o arena suspendidas en la atmósfera.
Desde la segunda quincena de febrero, una niebla cubre la capital venezolana y aunque hasta ahora no representa peligro para los residentes en esta ciudad, expertos de varios institutos investigativos monitorean la calidad del aire con el fin de alertar ante posibles riesgos para la salud.
La calima, con apariencia de bruma, suele provocar (de acuerdo con su densidad) disminución de la visibilidad, molestias en la nariz, los ojos y trastornos respiratorios entre otras dolencias.
Especialistas de la red sismológica siguen de cerca los movimientos telúricos de baja magnitud registrados en días recientes en diversas localidades de la geografía nacional.
Aunque desmintieron rumores sobre la inminencia de un terremoto en el país, promueven acciones para divulgar las características de esos eventos y las medidas de protección a pocos días del temblor de magnitud 8,8 ocurrido en Chile.
Ante tales hechos, los venezolanos siguen atentos a las evidentes señales de la naturaleza.
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