Según estadísticas de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el 58 por ciento de la población argentina carece de servicio de cloacas. Este verdadero drama sanitario puede visualizarse mejor si se traspolan los percentiles al número de personas. Con esta simple operación matemática, podemos conocer entonces que 23,2 millones de argentinos padecen esta carencia de infraestructura esencial.
Es necesario plantearlo con crudeza, para que las autoridades de los distintos órdenes reaccionen ante un cuadro que supone un grave problema para la salud. Los organismos sanitarios internacionales admiten como nivel máximo de riesgo un 10 por ciento de habitantes carentes. Superamos casi cinco veces ese límite.
Se ha dicho hasta el hartazgo que la proliferación de pozos ciegos contamina las napas y se han visto hasta el hartazgo en los medios las imágenes de excrementos navegando por las calles y veredas de las ciudades de todo el país, sobre todo en las barriadas del conurbano bonaerense y de Córdoba, cuando las intensas lluvias hacen subir las napas y colapsan las escasas y siempre defectuosas infraestructuras cloacales.
Córdoba prodiga un triste ejemplo nacional. Las administraciones municipales se suceden prometiendo inminentes programas de obras que pondrían fin de una vez para siempre al problema. A esta altura de tanta desidia e incapacidad, los olvidados habitantes de las barriadas más contaminadas esperan, por lo menos, que cesen de una vez para siempre los anuncios de programas que jamás se realizan. Las escasas obras realizadas en los últimos años no sólo no aportaron alivio alguno a este drama sanitario sino que lo han agravado, por las enormes deficiencias que presentan.
A diferencia de la Capital Federal, en Córdoba el problema afecta a los barrios de infraestructura precaria y a las innumerables villas miserias que carecen totalmente de ella, pero también a sectores con viviendas que tienen un valor superior a los 500 mil dólares, cuyos habitantes están condenados a buscar algún lugar de su terreno que pueda ser horadado para un nuevo pozo ciego. Es que son barrios de más de medio siglo de antigüedad que carecen de superficie apta para una nueva obra sanitaria. No faltan, por cierto, los propietarios que incurren en la ilegalidad de hacer perforaciones hasta llegar a las napas.
Hay 23,2 millones de argentinos expuestos a lo que las organizaciones sanitarias llama "enfermedades de transmisión hídrica" (gastroenteritis, diarrea, fiebre tifoidea, malaria, hongos en la piel, cólera, poliomielitis, parasitosis, osteoporosis, hepatitis A y E) y, sobre todo, infecciones respiratorias. ¿Ni aun así se termina de entender que es más inhumano y costoso invertir en tratamientos de esas enfermedades que en prevenirlas con obras públicas vitalmente necesarias?
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