Si bien de lejos se ven como luces chiquitas, los satélites son de las cosas que hacen grande a un país. Y un nuevo satélite argentino será lanzado a fin de este año. Se trata del SAC-D Aquarius, uno de los más desarrollados del mundo, hecho completamente en el país y que ayer fue presentado en la ciudad de Bariloche durante un seminario encabezado por el canciller Jorge Taiana y el director de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), Conrado Franco Varotto.
A Bariloche llegaron los embajadores de Brasil, Canadá, Estados Unidos, Italia y Francia y funcionarios nacionales como el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, y el secretario de Ambiente, Homero Bibiloni.
“Esta misión satelital está en la frontera del conocimiento”, dijo Varotto. Es que el satélite argentino carga con una fuerte responsabilidad: la agencia espacial norteamericana NASA puso a bordo un instrumento de punta denominado Aquarius, que por primera vez medirá la salinidad del mar desde el espacio. Tal como lo sugiere su nombre, su misión será la de un observatorio con los ojos puestos en el océano, el clima y el medio ambiente y orbitará a más de 600 kilómetros de altura.
Una vez finalizada la fase de pruebas en Brasil, está previsto que sea enviado al espacio por la NASA con el vehículo Delta II, desde la base Vanderberg en California, Estados Unidos.
Este es el cuarto satélite argentino de la serie SAC (Satélite de Aplicaciones Científicas) desarrollado por la Conae. Integra el plan del área espacial argentino con un horizonte de once años, que apunta a orientar la tecnología espacial para resolver problemas socioeconómicos y productivos del país.
El canciller Jorge Taiana remarcó: “Este satélite es una herramienta para nuestro desarrollo productivo y tecnológico. Lo que llevamos adelante en nuestro plan espacial se sostiene sobre cuatro exigencias: que sea al máximo nivel tecnológico, que la cooperación científica sea un vehículo para la integración regional, que tenga el máximo impacto social posible y que ocupe lo máximo posible a la industria nacional”.
Con su 1,4 tonelada de peso, 2,7 metros de diámetro y una antena con forma de sartén colgada de un mecanismo de despliegue que alcanza 7 metros de largo, dará 14 vueltas alrededor de la Tierra por día, a lo largo de una vida útil de cinco años, que bien pueden ser más.
La anatomía del SAC-D Aquarius la completan ocho instrumentos de alta complejidad suministrados por organismos científicos de varios países. Es que el área de la tecnología espacial para usos pacíficos es un campo fértil para la cooperación internacional. En esta misión trabaja la Conae en cooperación con la NASA de los Estados Unidos, la Agenzia Spaziale Italiana (ASI) de Italia, el Centre National d’Etudes Spatiales (CNES) de Francia, la Canadian Space Agency (CSA) de Canadá y el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE) de Brasil.
Surcan el cielo diversos tipos de satélites, los naturales como la Luna y los artificiales, entre los cuales hay de telecomunicaciones (que transmiten partidos de fútbol de un continente a otro), militares (surgidos durante la Guerra Fría), astronómicos (para estudiar las galaxias) o meteorológicos, como el SAC-D, que vuela con la misión de aportar información sobre el océano, el clima y medio ambiente, con la enorme ventaja que significa moverse a gran altura. Con su mirada llegará a escrutar regiones del país inaccesibles por tierra. Para esto combina un manojo de tecnologías como cámaras ópticas y térmicas y radiómetros de microondas, que se complementan unos con otros.
Derramará toboganes de información de interés para los argentinos y el mundo entero. A escala planetaria, el agua de los océanos tiene una fuerte influencia sobre la temperatura y el clima. El SAC-D Aquarius los surcará por primera vez, reuniendo datos acerca de la salinidad de los mares que bordean los cinco continentes y los cinco océanos del globo. Según los especialistas, conocer la densidad de la sal del mar es clave para entender las interacciones entre el ciclo del agua, la circulación oceánica, el clima y elaborar modelos a largo plazo.
Orbitando a 657 kilómetros de altura, será también una campana de alerta temprana frente a inundaciones y la aparición de enfermedades como el dengue o el chagas. Y aunque esté tan lejos y rodeado de silencio y oscuridad será un aliado de la actividad agropecuaria, ya que proveerá datos sobre pronóstico de cosechas, humedad del suelo o focos de incendio.
En la reunión de ayer, Varotto sostuvo que “esta misión constituye la mayor cooperación científica en la historia de la Argentina y los Estados Unidos”. El socio principal de la Conae en este proyecto es la NASA, que aporta los servicios de lanzamiento del satélite y el ya mencionado instrumento Aquarius. Lanzarlo, colocarlo en órbita, es casi tan costoso como construirlo. Y ese gasto corre por cuenta de la NASA, que en conjunto aporta cerca de 200 millones de dólares.
Satélites nac&pop
Toda buena receta para preparar un satélite grande incluye una tonelada y media de metal brilloso, una porción de electrónica, instrumentos y algo de paneles solares, pero la clave está sobre todo en el valor agregado de cientos de miles de horas de trabajo tecnológico.
El SAC-D es el resultado del trabajo de ingenieros, físicos y astrónomos de más de cien organismos, universidades y empresas nacionales, como la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que diseñó, integró y ensayó los dos paneles solares, vitales para suministrar energía a los instrumentos, cámaras y antenas.
La Argentina desarrolló cinco de los ocho instrumentos que viajan a bordo del satélite: el radiómetro de microondas para determinar velocidad del viento, precipitaciones y distribución de hielo marino. La cámara infrarroja para monitoreo de fuegos y volcanes y temperatura superficial del mar. La cámara de alta sensibilidad para monitorear tormentas eléctricas, detección de embarcaciones y para monitoreo de la cobertura de nieve.
En la construcción y ensayos de estos equipos intervinieron la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) y el Centro de Investigaciones Opticas (CIOP), ambos del Conicet. También empresas de base tecnológica como DTA S.A. y Consulfem. La empresa Investigaciones Aplicadas (Invap) se encargó de la construcción de la plataforma de servicios, el armado y los ensayos finales.
La Estación Terrena del Centro Espacial de la Conae en Falda del Carmen, provincia de Córdoba, tendrá a su cargo el comando, monitoreo y control del satélite mientras cumpla su misión. Allí actualmente se recibe información producida por más de dieciséis satélites.
Club de la tecnología satelital
Los satélites son quizás el mayor símbolo del desarrollo tecnológico alcanzado por el hombre. Y la Argentina tiene el mérito de ser un país de cultura espacial, hacedor de tecnología y proveedor de información satelital para la región. Un ejemplo reciente: tras el terremoto en Chile, Conae facilitó mediante el satélite Cosmo SkyMed en tiempo real imágenes de radar muy precisas de las rutas, puentes y caminos de la región afectada.
El SAC-C fue el primer satélite hecho en la Argentina para la observación de la Tierra. En órbita hace nueve años –un record de longevidad–, es el hito tecnológico que posicionó al país en el exclusivo club de los fabricantes de tecnología satelital. Mientras Brasil (la serie Cbers) y Venezuela (Simón Bolívar) mandan a construir sus satélites a China y Chile (proyecto SSOT) se los compra a Francia, la Argentina los fabrica acá.
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