CASI 900 millones de personas en el mundo no conocen lo que es el agua potable, en tanto que 2.600 millones todavía no cuentan con servicios sanitarios, según un informe elaborado en conjunto por la Organización Mundial de la Salud y Unicef, cuya síntesis fuera publicada en nuestra edición del martes anterior. De todos modos, se han logrado algunos avances, pues ya llega al 87 por ciento la proporción de los habitantes del planeta que disponen de agua para consumo, aunque el déficit más preocupante es el referido a las obras sanitarias, rubro en el cual asciende al 39 por ciento el número de individuos desprotegidos.
LA FALTA de inversión por parte de los gobiernos es un factor fundamental que posibilita el referido déficit, según lo puntualizado por la doctora María Neyra, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS. Por lo tanto, es imperioso conseguir un cambio cultural "para que el saneamiento se vuelva una necesidad tan clara y tan obvia como lo es el acceso al agua potable".
EN NUESTRO país, todavía existe un considerable segmento de la población que aún no ha sido beneficiado con las obras cloacales, debiendo apelar, en consecuencia, a los conocidos métodos alternativos, decididamente perjudiciales para su calidad de vida. No es necesario buscar lejos los ámbitos donde se da esta situación, porque aún en Bahía Blanca son muchas las familias desprovistas de tal servicio, aunque últimamente se han realizado vitales obras de extensión, que debieran continuar (dentro de los recursos disponibles en los presupuestos oficiales) hasta llegar a que el total de la población sea alcanzado por el sistema de saneamiento y pueda erradicar para siempre los pozos ciegos que, hasta el momento, han constituido su única posibilidad.
LAS CIFRAS del mencionado documento en cuanto al agua potable, si bien indican algunos avances conseguidos a partir de los compromisos establecidos hace una década en el ámbito de la ONU para asistir a los sectores más apremiados, se erigen en un llamado de atención acerca de la trascendencia social del agua potable, a menudo dilapidada sin miramientos. Precisamente, tanto en Bahía Blanca como en Punta Alta transcurre un período en el que la escasez motivada por la conocida situación en el área de Paso de las Piedras obliga a ser prudentes en el uso del elemento, respondiendo seriamente a la emergencia.
ALGUNOS detalles elementales divulgados por organismos oficiales son dignos de ser tenidos en cuenta: una manguera abierta durante media hora desperdicia 570 litros de agua; una canilla que gotea malgasta otros 320 litros por semana; y un inodoro con deficiencia en el flotante desaprovecha 1.200 litros de agua por día. Sólo en el caso de la canilla, si se evitara ese derroche, podría abastecerse a una persona durante un día, para cubrir sus necesidades básicas de agua segura y controlada.
EN UN mundo donde subsisten agudas carencias como las apuntadas, un comportamiento responsable respecto del consumo de agua debiera hacerse carne en cada uno de los individuos, en la seguridad de que ello será beneficioso para el conjunto de la comunidad, a la espera de que lleguen las obras a través de las cuales puedan mejorar los correspondientes servicios.
|
|
|