Ayer 22 de marzo, Venezuela tuvo razones para celebrar otro Día Mundial de Agua al ser un país bañado generosamente por el recurso, con miles de kilómetros cuadrados de ríos donde, paradójicamente, hay razones para no celebrar tanto: decenas de las especies animales que hacen vida allí, en esos enormes cuerpos de agua, están reseñadas en el Libro Rojo de la Fauna Venezolana, como amenazadas por una eventual extinción.
Algunas de ellas ya desaparecieron o al menos no ha habido registro científico de su presencia en nuestras aguas dulces por más de 50 años, como son los casos del corroncho desnudo del lago de Valencia y el sapito arlequín amarillo de Maracay. Otras se encuentran en lugares restringidos, incluso en cautiverio forzado, y en cantidades alarmantemente bajas.
Según el más reciente Libro Rojo de la Fauna Venezolana, al menos once tipos distintos de anfibios, tres clases de tortugas y el caimán del Orinoco -todos habitantes naturales de agua dulce- están bajo la categoría "en estado crítico", que indica la probabilidad de que ninguno de sus ejemplares se halle en estado silvestre y que las poblaciones maduras estén por debajo de los 250 individuos.
En una categoría menos severa, "en peligro", están reseñados cuatro tipos de reptiles, cinco anfibios, catorce peces y un crustáceo. Las poblaciones estimadas para estas especies están por debajo de 2.500 individuos en edad sexual madura y las probabilidades de que hayan desaparecido de su hábitat natural es grande, aunque menor de la que pesa sobre las especies reseñadas como "en estado crítico".
El número de especies ubicadas en la categoría "vulnerable" es sustancialmente mayor: al menos dos reptiles que viven en el agua, como el galápago de Maracaibo y el terecay; diez tipos de anfibios; veintitrés peces y nueve crustáceos, algunos de los cuales viven en aguas dulces. Su riesgo de extinción en estado silvestre es considerable y las poblaciones estimadas de sus ejemplares están por debajo de los diez mil individuos maduros.
Según los autores del Libro Rojo de la Fauna Venezolana, la pérdida y/o degradación del hábitat, en este caso los cuerpos de agua dulce, es la causa principal que pone en jaque a esas especies, afectando a 83% de ellas (vertebrados e invertebrados).
Hogar contaminado
Entre las hipótesis que manejan los autores del Libro Rojo de la Fauna Venezolana sobre las causas que se conjuraron para extinguir al corroncho desnudo del lago de Valencia está la contaminación reinante en prácticamente todos los cuerpos de agua que se sirven de ese lago, amén de las especies exóticas, entre ellas la tilapia (pez de origen africano), que fueron introducidas desde 1958 y que prácticamente acabaron con cualquier especie que no hubiera exterminado antes la contaminación.
En el caso del sapito arlequín amarillo de Maracay, si bien no es una especie dependiente 100% del agua, la alteración de la selva húmeda asociada al río Güey es destacada como razón principal de la desaparición total de este anfibio.
La situación precaria del caimán del Orinoco también cuenta entre sus responsables a la contaminación e intervención de las aguas por la actividad minera, agrícola e industrial: la construcción de canales para el desarrollo agrícola afectó a los ríos Cojedes y Sarare, lugares donde se ubicaba la mayor población conocida de este reptil. En el río padre, el Orinoco, prácticamente no queda un solo caimán de este tipo.
El camaroncito del río Caris, un invertebrado catalogado como "vulnerable", que debe su nombre al cuerpo de agua de Anzoátegui, ha visto mermar sus poblaciones como consecuencia de la degradación de su hábitat por influencia de actividades humanas asociadas al crecimiento de la población en El Tigre.
Ríos de muerte
- La actividad humana e industrial ha alterado de manera drástica enormes cuerpos de agua venezolanos que otrora eran paraísos de vida.
- El lago de Valencia y sus afluentes son de los cuerpos más afectados.
- Los ríos Unare, Neverí, Manzanares, Guarapiche tampoco son afortunados.
- El lago de Maracaibo es de los ejemplos más dramáticos |
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