Como todos los años desde 1993, el pasado lunes, 22 de marzo, se celebró en todo el mundo el Día Mundial del Agua. Esta fecha fue establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas siguiendo las recomendaciones de la Conferencia de la Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo contenidas en el Capítulo 18 sobre Recursos de Agua Dulce, de la Agenda 21.
Este año, la ONU ha establecido como tema la calidad del agua con el objeto de demostrar que en la gestión de los recursos hídricos la calidad de ese recurso es tan importante como la cantidad.
El Día Mundial del Agua en 2010 tiene por objeto fomentar la concienciación en cuanto a la conservación de ecosistemas sanos y del bienestar humano abordando los crecientes desafíos en relación con la calidad del agua que se plantean a la gestión de ese recurso, y dar mayor realce al tema de la calidad del agua exhortando a gobiernos, organizaciones, comunidades y personas en todo el mundo a que adopten medidas en relación con ese tema y realicen actividades de prevención de la contaminación, limpieza y rehabilitación, entre otras.
El agua es la base de la vida en nuestro planeta. La calidad de la vida depende directamente de la calidad del agua. Una buena calidad del agua sustenta la buena salud de los ecosistemas y, en consecuencia, mejora el bienestar de las personas. No obstante, una mala calidad del agua perjudica al medio ambiente y el bienestar de las personas. Por ejemplo, las enfermedades que se propagan por el agua causan cada año la muerte a más de 1,5 millones de niños.
La calidad de los recursos hídricos se ve cada vez más amenazada por la contaminación. Durante los últimos 50 años, la actividad humana ha provocado la contaminación de los recursos hídricos en una magnitud históricamente sin precedentes. Se estima que más de 2.500 millones de personas en el mundo viven sin un sistema adecuado de saneamiento. Cada día, 2 millones de toneladas de aguas residuales y otros efluentes son drenados hacia las aguas del mundo. El problema es más grave en los países en desarrollo, en los que más del 90% de los desechos sin procesar y el 70% de los desechos industriales sin tratar se vierten en aguas superficiales.
Muchos de los contaminantes del agua tienen efectos perjudiciales a largo plazo sobre la calidad del agua, lo cual constituye un riesgo para la salud de las personas. En consecuencia, el agua dulce disponible se reduce de forma importante. Asimismo, la capacidad de los ecosistemas para proporcionar servicios se ve disminuida drásticamente, a veces con efectos irreversibles. En consecuencia, el medio ambiente se degrada por la disminución de la productividad de la biomasa, la pérdida de la diversidad biológica y la vulnerabilidad ante otros factores estresantes.
Resulta mucho más barato proteger los recursos hídricos que limpiar tras la contaminación. La protección y el mantenimiento del medio acuático aseguran la sostenibilidad de los diversos servicios de sus ecosistemas: el agua potable, las pesquerías, la recreación y el turismo.
Por ejemplo, los humedales naturales cuyas funciones han sido preservadas filtran de forma natural los nutrientes y las sustancias tóxicas que pueda contener el agua. Es necesario contar con mayor financiación para proteger los ecosistemas y prevenir la contaminación del agua. La financiación debe apoyar y ser complementada por iniciativas concertadas de concienciación sobre cuestiones relativas a la calidad del agua. Esas iniciativas deben estar dirigidas a destinatarios bien definidos. |
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