Agua, selva, bosques, minerales, madera y riqueza turística. Todo vale a la hora de comprar tierras en el país para hacerse de recursos estratégicos que, con el transcurrir del tiempo, se harán cada vez más vitales para el desarrollo humano y empresario.
La avanzada llega desde diferentes latitudes. Incluso desde el gigante asiático que, tal como diera cuenta iProfesional.com, entiende que verá limitado su crecimiento si no se “adueña” de algunas materias primas, de cara a los próximos años (ver nota: China se hace fuerte en el país: cuál es su estrategia y a qué sectores clave apunta)
En lo que respecta a la provisión de algunos alimentos –como carne- la Argentina ya entregó su chapa de granero del mundo, producto de los conflictos internos.
Pero lo que sí mantiene es una gran riqueza en sus recursos naturales. Y es por ello que los dueños de grandes fortunas, así como varias corporaciones, han ido comprando vastas zonas del territorio, a sabiendas del valor que éstas tendrán en un futuro no muy lejano.
Las cifras asombran. De acuerdo a datos suministrados a iProfesional.com por la Federación Agraria Argentina (FAA), el capital extranjero controla una superficie continental similar a la de todo Uruguay.
Esto es: alrededor de 17 millones de hectáreas de las mejores tierras del país, o bien el 7% de todo el territorio nacional.
¿Se imagina el 7% de una provincia en manos de una corporación multinacional?. Es el caso de AIG, que ya domina ese porcentaje de tierras en Salta. O la chilena Alto Paraná, que hoy concentra el 6% del territorio misionero.
Los casos se multiplican, y hasta se han llegado a vender vastas extensiones de territorio con pueblos que han quedado incluidos dentro de esas miles de hectáreas que pasaron a dominio extranjero.
Estos ejemplos van más allá de casos muy renombrados como el de Douglas Tompkins, que posee 350.000 hectáreas en Corrientes, Santa Cruz, Neuquén y Tierra del Fuego. Su interés pasa por las reservas acuíferas y las superficies dotadas de riquezas naturales.
También está el caso del empresario Benetton que, junto con sus hermanos, puede disfrutar de unas 900.000 hectáreas que posee en la Patagonia argentina.
En todas las operaciones, los movimientos de estos inversores comprenden la compra de miles de hectáreas en determinadas zonas geográficas, para el aprovechamiento actual o la futura explotación de recursos específicos.
El agua, por ejemplo, aparece como el principal “objeto de deseo” para Joe Lewis, que ostenta 18.000 hectáreas en Río Negro, habiéndose asegurado con la compra el control del acceso al Lago Escondido.
Tompkins, en Corrientes, hizo foco en los Esteros del Iberá. Es ahí donde se encuentra el Acuífero Guaraní, considerado uno de los reservorios de agua dulce más importantes del planeta, con un caudal capaz de abastecer a la población mundial de 6.000 millones de habitantes por varias décadas.
La misma zona también es considerada de sumo interés para la chilena Forestal Andina, que ocupa 26.000 hectáreas para la actividad maderera. Desde hace unos años enfrenta una serie de causas judiciales por la construcción de un terraplén en la zona de los esteros que impide el normal escurrimiento de las aguas.
La siguiente infografía permite apreciar los casos más paradigmáticos de esta avanzada extranjera en el país:
En Misiones, la explotación de la madera impulsa el interés comercial de la chilena Alto Paraná, que ya tiene bajo su dominio unas 172.000 hectáreas de selva.
En tanto, asegurarse la disponibilidad de minerales como el uranio y el oro resulta prioritario para corporaciones como GCN Combustibles, que desde hace ya varios años controla 700.000 hectáreas en Fiambalá, Catamarca.
Por estos días, inversores anónimos cerraron la compra de 200.000 hectáreas protegidas en la provincia de La Rioja por la módica suma de 1 millón de dólares. Lo insólito del caso es que fueron compradas a través de Internet, hecho que despertó la queja de algunos funcionarios: