La península Valdés, con sus casi 4000 km2 de superficie, abarca una variedad de hábitats costero y terrestre altamente significativa y contiene especies de alto valor universal, lo que ha dado lugar a su designación como sitio del Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco en 2000.
Esa distinción se gestionó a partir de la elaboración de un plan de manejo participativo, al cual contribuyeron funcionarios gubernamentales, representantes de instituciones académicas, organizaciones no gubernamentales, prestadores turísticos y entidades de comercio.
Es importante destacar que prácticamente toda la superficie de la península Valdés está constituida por propiedades privadas, con unos 50 establecimientos ganaderos desde fines del siglo XIX y, desde la última década, varios emprendimientos de ecoturismo. En la costa del golfo Nuevo se encuentra el único municipio del área, Puerto Pirámides, con una población estable de unas 600 personas, centro de la actividad del avistaje de ballenas en embarcaciones, durante cada invierno y primavera y, a su vez, playa para los visitantes en el verano.
De acuerdo con la clasificación de la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza, península Valdés es un área protegida con "ecosistemas manejados" y, como tal, se basa en un plan de manejo que prioriza la conservación de la biodiversidad y regula estrictamente los usos permitidos.
Se trata de un ecosistema árido donde no existe una generación de cursos de agua permanentes, y por tanto, históricamente, la disponibilidad de agua es extremadamente limitada. Sucede que Valdés se vincula con el continente por un estrecho istmo, lo que hace que no reciba aguas continentales, de cauces de ríos o de arroyos. Por eso la entrada de agua al sistema depende enteramente de las escasas lluvias que se producen y ésa es la razón por la que las unidades operativas de la reserva, donde acceden los turistas, se proveen de agua para consumo y sanitarios por camiones que, regularmente, trasladan el recurso desde la ciudad de Puerto Madryn.
Recientemente se ha publicado en distintos medios que el gobierno provincial de Chubut habría acordado con la intendencia de Puerto Pirámides la apertura de pliegos de licitación para la construcción de un acueducto que recorrería 30 kilómetros desde acuíferos subterráneos de la propia península hasta el pueblo, que sin duda plantea necesidades reales de limitaciones de agua.
Sin embargo, dada la escasez del recurso y la gravitación y las consecuencias que podría tener una obra de infraestructura como la planteada, cabe preguntarse si se ha considerado seriamente la sustentabilidad del proyecto y los eventuales efectos en el ecosistema de Valdés.
Tratándose de un área protegida, declarada sitio del Patrimonio de la Humanidad, sería razonable realizar un profundo análisis de las posibles alternativas antes de tomar una decisión que, en el futuro, podría lamentarse, por lo menos, siguiendo el básico principio precautorio aceptado por nuestro país en documentos internacionales y sancionado en la ley general del ambiente.
Con sus 400.000 hectáreas, Valdés es una de las áreas protegidas más grandes, pero más frágiles de la estepa patagónica. Además de su tan conocida fauna de mamíferos y aves marinas y costeras, como ballenas francas, orcas y delfines, lobos y elefantes marinos, pingüinos de Magallanes, gaviotines y petreles, entre otros, posee una no menos espectacular y diversa fauna terrestre.
La posible extracción de miles de litros de agua diarios para el consumo humano pone en evidencia la necesidad de contemplar todas las alternativas posibles antes de tomar una decisión definitiva. Quizá no sea adecuado un crecimiento poblacional desmedido en un lugar tan sensible. Contar con un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad tiene sus ventajas, pero, sin duda, implica afrontar sus necesarias limitaciones.
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