Dicen que lo más impresionante de la catarata de Huanguoshu, en el sur de China, es que aparece por sorpresa. El viajero va siguiendo el riachuelo, que serpentea entre las aldeas de minoría Buyi, y de repente ve como desaparece, al caer desde un barranco de 67 metros de altura. Aunque eso era antes de la sequía. Hoy, lo sorprendente es el raquítico hilo de agua en que se ha convertido. Huanguoshu se encuentra en la sureña provincia de Guizhou, una de las más afectadas por la escasez de agua.
Y es que China no ha visto caer una sola gota de agua desde hace meses, excepto las escasas precipitaciones artificiales, provocadas por el lanzamiento de sustancias a la atmósfera, que generan la condensación de las nubes. Y eso afecta ya a unos 60 millones de personas, muchos de ellos agricultores que han tenido que dejar el campo, tras ver sus cosechas arruinadas.
La sequía ha acabado con cultivos de productos vitales para la economía del gigante asiático, como el té, que ha subido de precio en las últimas semanas, o el anís estrellado, básico para la medicina tradicional china y uno de los principales ingredientes del Tamiflu, el fármaco usado contra la gripe A.
El Gobierno chino ha comenzado a enviar partidas de ayuda humanitaria a los afectados. Sólo en Yunnan, provincia vecina a Guizhou, se calculan pérdidas de más de 3.500 millones de dólares
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