El derrame de petróleo en el Golfo de México esta semana se ha convertido en una catástrofe ambiental. A horas de la llegada del presidente Barack Obama a la región del delta del Mississippi, los estados de Louisiana, Florida, Alabama y Mississippi declararon en estado de emergencia sus costas por el derrame, provocado por una explosión en una plataforma semisubmarina de la empresa británica British Petroleum (BP). Además de los esfuerzos del gobierno federal y los estaduales para frenar la expansión de la mancha negruzca que crece con los días, el presidente Obama anunció el viernes la suspensión de todas las perforaciones programadas en aguas territoriales estadounidenses.
“Sigo pensando que la producción petrolera estadounidense juega un papel importante en nuestra estrategia de seguridad energética, pero siempre debería ser responsable por la seguridad de los empleados y de la protección del medio ambiente”, había adelantado el viernes el mandatario desde los jardines de la Casa Blanca. Horas después su asesor en la materia, David Axelrod, le dijo a la cadena norteamericana ABC que recién levantarán la suspensión cuando quede claro qué pasó en la plataforma de BP en el Golfo de México y si podría haberse evitado el derrame con más medidas preventivas.
Ayer la Casa Blanca agregó que el presidente llegará hoy a la zona afectada y evaluará in situ el peligro al que se enfrentan los estados costeros. “La fuga de crudo representa un serio peligro para nuestro medio ambiente y nuestra economía”, alertó ayer el gobernador de Alabama, Bob Riley, tras decretar el estado de emergencia. Según explicó, el fuerte viento proveniente del sur de las costas del golfo podría empujar la mancha de petróleo aun a través de las barreras, impuestas por las autoridades norteamericanas. Algunas organizaciones ecologistas ya advirtieron que el derrame podría superar una de las peores catástrofes ambientales que sufrió Estados Unidos, cuando el carguero petrolero Exxon Valdez se averió en 1989, frente a las costas de Alaska.
En la zona de Venice, en el sur de Louisiana, los medios locales informaron que el agua aceitosa ya superó por el mal tiempo las barreras instaladas. “No mantienen fuera al petróleo”, advirtió el jefe del distrito de Plaquemines Parish, Billy Nungesser, al diario Times Picayune, tras sobrevolar la zona. Según el funcionario, dado el pronóstico para los próximos días, es muy probable que la situación empeore.
Por eso el gobernador de Louisiana, Bobby Jindal, pidió al Pentágono el despliegue de 6000 guardias nacionales para ayudar a la limpieza y ya se le sumaron los gobernadores de los otros tres estados afectados. El viernes, desde los jardines de la Casa Blanca, Obama informó que ya hay más de 1900 operarios federales trabajando en el Golfo de México y unos 300 barcos y aviones están patrullando constantemente la zona.
Mientras la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano; el secretario del Interior, Ken Salazar, y la directora de la Agencia de Protección del Medio Ambiente, Lisa Jackson, investigan las causas del derrame y revisan las numerosas plataformas que Estados Unidos tiene desplegadas frente a sus costas, en Londres un vocero de la empresa petrolera BP adelantó que se hará cargo de los costos de la limpieza de esa zona del delta.
Pero el problema central actualmente parece ser el clima. Según explicó durante estos días la Guardia Costera norteamericana, los fuertes vientos y el fuerte oleaje están empujando la mancha de petróleo hacia las costas, obstaculizando las tareas de limpieza en el mar, que comenzaron el viernes pasado. Hasta el momento, se utilizaron dos técnicas: aspirar el crudo y quemarlo. Sin embargo, el problema es que no pueden contenerlo. La Guardia Costera ya desplegó 90 kilómetros de barreras flotantes, pero con el actual oleaje no es suficiente. La mancha, como un virus oscuro y amenazante, sigue avanzando hacia las costas norteamericanas.
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