Tony Hayward pensaba que finalmente había espantado todos los demonios de BP PLC, pero acaba de aparecer uno nuevo y es del tamaño de Puerto Rico.
El presidente ejecutivo de BP soporta una presión cada vez más intensa sobre el extenso derrame de petróleo en el Golfo de México, que se inició cuando una enorme plataforma perforadora se incendió y se hundió, lo que causó la muerte de 11 trabajadores. El petróleo, que aún emana del pozo sobre la base del océano, amenaza con ennegrecer la costa del estado de Louisiana, en Estados Unidos, y la reputación de BP.
Desde el momento en que Hayward se enteró del desastre, durante una llamada telefónica a las 7:24 de la mañana del 21 de abril, ha enfrentado la posibilidad de que el incidente estropee la rehabilitación que ha encabezado del gigante petrolero británico.
Hace tres años, cuando Hayward asumió las riendas de manos de John Browne, BP se encontraba en uno de los peores momentos de su historia: era mal gestionada, proclive a los accidentes y fue acusada, luego de una explosión mortal en su refinería de Texas City, de anteponer las ganancias a la seguridad. Hayward impulsó la producción, recortó costos y disminuyó de forma significativa las lesiones en el lugar de trabajo. El mes pasado, se sentía lo suficientemente confiado como para hablar de un "cambio de cultura" irreversible en BP.
Nada de eso parece importar en momentos en que BP se sumerge en una crisis como la que ha machado la reputación de firmas de la talla de Toyota y Goldman Sachs. Y con alrededor de 5.000 barriles de petróleo que se filtran del pozo dañado al día, Hayward lo sabe.
En una entrevista en la sede central de BP en la Plaza St. James, en Londres, Hayward, de 52 años, reconoce que el desastre de Louisiana empañará "indudablemente" sus logros como presidente ejecutivo. El precio de la acción de BP ha caído 12% desde que comenzó la crisis. El ejecutivo, de todos modos, se mostró confiado sobre la recuperación de BP. "Defenderemos las playas", afirma. "Lo vamos a solucionar".
Las autoridades federales y estatales de Estados Unidos no ha ocultado su molestia ante la respuesta de BP. El gobernador de Louisiana, Bobby Jindal, expresó "preocupaciones de que los recursos actuales de BP no sean adecuados" para detener el derrame, proteger el litoral y limpiar el desastre. La petrolera británica también enfrenta duras críticas en el Congreso estadounidense y una serie de investigaciones por parte de agencias federales.
El incidente ensombrece la estrategia de negocios de BP, que se considera una empresa en la vanguardia de la industria, al perforar los pozos más profundos del mundo en el Golfo de México, buscar petróleo en el Ártico y obtener gas natural de las rocas de Omán.
Sin embargo, los gobiernos que teman una repetición de la catástrofe de Louisiana podrían ser más reticentes a dejar que las petroleras perforen en aguas frente a sus costas, lo que podría quitarle a BP algunas de sus oportunidades más provechosas. La Casa Blanca, por de pronto, prohibió la perforación en nuevas áreas cercanas a la costa estadounidense hasta que se realicen investigaciones sobre la causa del derrame.
Hayward, que ha pasado toda su carrera en BP, ingresó a la empresa en 1982 tras obtener un doctorado en geología en la Universidad de Edimburgo. Comenzó como un geólogo de plataforma en el Mar del Norte y fue miembro del equipo que descubrió el enorme pozo petrolero Miller en la Navidad de 1982. Luego realizó pruebas con rocas en todo el mundo, desde el norte de Yemen a las selvas de Papua Nueva Guinea. "Pasé ocho años saltando con mi martillo de helicópteros y camiones", señala. "No hay nada como cuando uno perfora por primera vez un reservorio".
Sus éxitos le valieron la atención de John Browne, quien en ese momento era director de exploración y producción de BP. En 1990, Browne le ofreció el empleo de asesor ejecutivo. "Cuando tomé ese puesto sabía mucho de geología y casi nada de negocios", confiesa Hayward.
Browne era una figura controvertida. Luego de asumir la presidencia ejecutiva en 1995, transformó a BP en un titán mediante una serie de megaacuerdos, pero no logró integrar las empresas que adquirió y reformar la gerencia burocrática de BP.
Browne renunció en mayo de 2007 y Hayward tomó su lugar. Los inversionistas celebraron su nombramiento, ya que era visto como un ejecutivo sensato y capaz de enderezar el rumbo de la compañía.
Una de sus primeras medidas como presidente ejecutivo fue encargarle a la consultora de gestión Bain & Co. que "le pusiera un espejo delante" a BP, para simplificar su estructura. "Nos dijeron que esta era la empresa más complicada que habían conocido", relata Hayward. "Habían diagramado 10.000 interfaces organizacionales, una por cada diez empleados", recuerda.
Su tarea siguiente fue transmitirle al personal la necesidad urgente de cambiar.
Las cifras eran elocuentes. El precio del petróleo se disparaba, pero a diferencia de otras empresas, BP no se beneficiaba. El precio de la acción había subido sólo 16% en los tres años anteriores, mientras que el del crudo había aumentado casi 250%. De las seis mayores petroleras privadas, BP ocupó el último lugar en crecimiento de ganancias entre 2000 y 2007.
Hayward se abocó a simplificar radicalmente la estructura de BP y a reducir costos. En total, 6.500 personas, poco menos de 10% de la fuerza laboral, quedaron sin empleo.
Paulatinamente, los proyectos retrasados y refinerías en reparación se reactivaron.
El punto de inflexión tuvo lugar en octubre de 2009, cuando BP pulverizó las previsiones de los analistas al anunciar una ganancia de US$4.700 millones para el tercer trimestre. Un mes antes, la empresa había reportado un hallazgo gigantesco en el Golfo de México. BP también había ingresado a Irak y Brasil, una de las áreas de exploración más promisorias del mundo.
En enero de este año, el valor de mercado de BP superó al de Royal Dutch Shell por primera vez en más de tres años.
A última hora del 20 de abril, sin embargo, se produjo la tragedia. Al día siguiente, mientras crecían las repercusiones, un equipo de ejecutivos se reunió en el sexto piso de las oficinas de BP en Londres. "Tony tenía esta mirada de hielo", dice uno de los asistentes. "En un momento preguntó ¿qué hemos hecho para merecer esto?".
BP ahora se prepara para lo peor e instala protecciones para impedir que el crudo llegue a las costas de Louisiana, Mississippi, Alabama y Florida.
BP afirma que cumplirá con cualquier reclamo legítimo por reparación de daños. De todos modos, el riesgo para Hayward es que el derrame de petróleo defina su legado. Hayward sabe que BP no encontrará un clima favorable ni en el Congreso de EE.UU. ni en la Casa Blanca. "Contamos con los medios y la capacidad para capear esta tormenta", asegura.
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