Algunos años atrás resultaba muy difícil imaginar la posibilidad de visitar la Antártida, pero en la actualidad, gracias a los avances en las embarcaciones que llegan hasta esa zona, resultan comunes las excursiones a las bases antárticas, lo que se ha dado en llamar el turismo "polar".
Varias agencias de viaje que funcionan en el mercado ofrecen paquetes que incluyen Ushuaia, el Canal de Beagle, y cruceros que llegan hasta la Antártida, generando un aumento exponencial de turistas. Esto, al mismo tiempo, crea la obligación de aumentar el control de la zona, a fin de que el impacto ambiental producido sea el menor posible.
Las actividades turísticas en la Antártida se rigen por el Tratado Antártico de 1959 y por la serie de acuerdos posteriores conocidos en forma colectiva como el "Sistema del Tratado Antártico" que presentan elementos constitutivos que deben estar presentes al momento de planificar y desarrollar cualquier actividad. Estos elementos definen a la Antártida como una reserva natural de especial protección destinada a la paz y a la ciencia. Es por eso que aquellos que organicen actividades turísticas en el continente helado deben tener presente que cualquiera de éstas podrá eventualmente ser suspendida, cancelada o modificada si su resultado impacta negativamente el medio ambiente.
Por otro lado, en el Código de Conductas para Operadores Turísticos en la Antártida se señalan las distintas medidas que se deberán tomar a fin de proteger el ambiente en la zona: eliminación rápida y apropiada de los residuos que se generen, elaboración de un programa preventivo de reciclaje, cooperación en la educación ambiental de los turistas, así como el mantenimiento de una conducta apropiada durante la visita.
Hace poco, la Auditoría General realizó un primer estudio sobre la situación ambiental en las bases de la Antártida Argentina, en el que se constató que sólo el 34% de los permisos de visita a las bases otorgados cumple con la reglamentación, que falta el nombramiento formal de un encargado ambiental y que no se monitorean los sitios de desembarco o uso turístico, entre otras cosas.
En este sentido, aunque en el Tratado Antártico se señala que cualquiera de los países firmantes puede solicitar el monitoreo de las bases de otro país, hasta el momento sólo Nueva Zelanda controló sus propias bases.
Atento a lo expuesto, y más allá de que entendemos que se debería cumplir con todos los requerimientos legales establecidos en el Sistema del Tratado Antártico, resulta imprescindible asegurar su estricto cumplimiento y la promoción de un turismo controlado en la zona.
Teniendo en cuenta la especial sensibilidad del área, el turismo debe llevarse a cabo en un marco de responsabilidad que promueva una cultura ética en los prestadores que contenga un componente de educación de los visitantes. De este modo las actividades que se realicen no sólo deben cumplir con todas las leyes y reglamentos aplicables a la conservación y protección de los recursos naturales, sino que deben desarrollarse con un sentido de respeto hacia la naturaleza, evitando la sobrecarga en cantidad e intensidad de visitas, y erradicando todo tipo de basura que se produzca en ellas. La sensibilidad del sitio requiere de un especial tratamiento y nuestras actividades deben adaptarse a ello y no a la inversa.
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