El gobierno británico presume que el descubrimiento de petróleo de "alta calidad" realizado por la Rockhopper Exploration a 220 kilómetros al Norte de las Islas Malvinas representa reservas por no menos de 200 millones de barriles, que valen unos 25.000 millones de dólares.
La población de las islas Malvinas (unas 3.000 personas) ya tiene un alto nivel de vida -35.000 dólares anuales-, superior al británico, con un PBI de 105.1 millones de dólares (75 millones de libras esterlinas).
El gobierno de las Islas ha pactado recibir 26% de las ganancias de las compañías petroleras y 9% del precio de cada barril vendido; y se apresta a construir nuevas instalaciones portuarias en Puerto Argentino (Puerto Stanley), además de la edificación de 350 viviendas. También comenzó a revisar su política inmigratoria, en previsión del ingreso de nuevos pobladores no británicos.
La magnitud del hallazgo, y la calidad del crudo encontrado, lo convierten en uno de los grandes descubrimientos de los últimos dos años, en el momento en que las empresas petroleras se han volcado a un esfuerzo de exploración extraordinario, para satisfacer una demanda energética que crecerá no menos de 50% en los próximos veinte años (Agencia Internacional de Energía/AIE).
La gigantesca inversión que es necesario hacer para explotar el descubrimiento impide que la operación quede confinada a los límites de las Islas. La necesidad del negocio petrolero impone la cooperación transnacional en la zona.
El descubrimiento completa la transformación del Atlántico Sur en un "mar lleno", donde se multiplican intereses y protagonistas, en una densa trama transnacional. Es una situación de "plétora geopolítica", lo contrario de lo que ocurría antes de 1982, en que era un "mar vacío", con un único centro de interés, ocasionado por la contienda de soberanía entre la Argentina y el Reino Unido.
Si éste es el hecho central que revela el descubrimiento, la regla estratégica es que una tendencia sólo puede ser controlada -esto es, conducida- en la medida en que se participa de ella, e incluso se la acelera.
Por eso es prioritario para la Argentina multiplicar los protagonistas con intereses en el Atlántico Sur.
Ante todo, a través de la aceleración de la tarea exploratoria en la región, mediante empresas transnacionales, como Petrobras (Brasil), o las petroleras chinas, entre otras CNOOC (China Offshore Oil Corporation), una de las dos más grandes compañías de exploración de ultramar, propietaria del 50% de Bridas.
Para la Argentina, la cuestión del Atlántico Sur está más allá del conflicto bilateral con Gran Bretaña, por encima incluso de la cuestión del petróleo.
Se trata de la mayor reserva pesquera del mundo; y el eje de la demanda ictícola está en el Asia Pacífico (China, Japón, Taiwán).
En la contienda bilateral con Gran Bretaña, la Argentina se encuentra en una situación de impotencia relativa.
Pero ésta es una constatación abstracta, sólo válida en un Atlántico Sur considerado un "mar vacío", lo contrario de la situación actual.
El mundo ha cambiado después de la crisis, y en el eje del poder mundial se encuentran hoy China y Brasil, con una Europa, que incluye al Reino Unido, cada más marginal.
Hay que atraer a China al Atlántico Sur; y entre Europa y Asia, Estados Unidos ya ha elegido.
Le preguntaron a Maurice Couve de Murville, ministro de Relaciones Exteriores de De Gaulle (1958/1968) qué era para Francia la integración europea; y contestó: "Es una forma sublimada de competencia".
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