El martes 20 de abril explotó una plataforma petrolera en el Golfo de México, donde murieron once trabajadores porque las alarmas del sistema de seguridad no sonaron. La plataforma se hundió el jueves 22 y desde entonces comenzaron a volcarse en esas aguas unos 800.000 litros de petróleo por día. El resultado es una de las mayores catástrofes ecológicas provocadas por la explotación del hidrocarburo hasta la fecha, luego de algunos casos similares en otros mares:
-1969: la explosión de una plataforma frente a Santa Bárbara, en la costa californiana, derramó 100.000 barriles de crudo sobre 65 km de playas. La limpieza llevó años.
-1989: el naufragio del buque-tanque Exxon Valdez en la costas de Alaska, volcó 257.000 barriles en el mar, produciendo enormes daños en la fauna, con mortandad masiva de lobos y aves.
-1999: el accidente de un buque-tanque de la Shell en Magdalena (Argentina) provocó el mayor derrame de petróleo de la historia en aguas dulces.
-2002: el petrolero Prestige se partió en dos y vierte su carga sobre las costas de Galicia, Asturias y Cantabria, alcanzando puntos de Francia.
Esos desastres obligaron a imponer reglas más estrictas para el transporte del producto, mientras la creciente demanda favorecía nuevas perforaciones oceánicas en Brasil, Ghana o las Malvinas. Hace unas semanas, el presidente Obama autorizaba otras prospecciones en las costas norteamericanas, que desde hace años estaban prohibidas. El consumo interno de EE.UU. creció un 35% en los últimos 40 años, pero la producción nacional bajó un 30%, por lo cual el país debe importar dos tercios del petróleo que necesita, es decir unos 12.000.000 de barriles diarios, porque todavía hoy ese mercado consume el doble que China. El que extrae del Golfo de México representa un tercio de la disponibilidad interna. A pesar de los riesgos ecológicos, "el país necesita ese petróleo y también las fuentes de trabajo que dependen de él".
La British Petroleum, propietaria de la plataforma hundida hace 20 días, intentó frenar el derrame sumergiendo una cúpula de acero y concreto para cubrir la boca del pozo y drenar el crudo hacia un barco, pero ese operativo fracasó, aumentando la incertidumbre. Mientras tanto, las primeras manchas han llegado a las islas y costas de Luisiana y Alabama, poniendo en peligro un ecosistema poblado por 400 especies, desde el atún y los delfines hasta tortugas, cangrejos, pelícanos, gaviotas, criaderos de langostinos o camarones, arrecifes de coral y reservas de fauna autóctona en peligro de extinción.
Falta saber si este episodio será capaz de acelerar la búsqueda de una alternativa para abandonar el petróleo como fuente de energía. Pero allí está en juego un negocio descomunal, que por el momento sigue perforando los mares, contaminando el aire, corrompiendo el agua y liquidando formas de vida. Sí señor.
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