La plataforma petrolera de British Petroleum sigue derramando crudo en el Golfo de México cerca de la costa de Luisiana.
Barack Obama criticó duramente esta semana por primera vez a British Petroleum (BP) y otras empresas petroleras. Las acusó de estar culpándose mutuamente en vez de asumir sus responsabilidades por la catástrofe ambiental que causó el gigantesco derrame petrolero en el Golfo de México. Según el mandatario, hicieron un “espectáculo ridículo” en las audiencias en el Congreso cuando se acusaron unas a otras sobre las causas de la explosión en la plataforma marítima de BP. “Hay responsabilidades para repartir para todos y deberían simplemente aceptarlo”, sentenció el viernes el presidente norteamericano.
Mientras él hablaba desde la Casa Blanca, los técnicos de BP lanzaban al agua robots, en un nuevo intento por sellar la fuga de crudo en el Golfo de México. El plan, esta vez, era insertar un tubo en el ducto roto, que está desparramando el petróleo en el océano. Aún es muy temprano para saber si podrán tener éxito, sin embargo, ahora la atención está puesta en cuánto crudo realmente se está fugando al golfo.
Las autoridades norteamericanas creen que el derrame ya cubre una superficie de casi diez mil kilómetros cuadrados, aún cuando el gobierno y la petrolera británico desplegaron de inmediato más de cinco mil barcos y millones de varas y redes de plásticos para contener el derrame sobre la superficie. La lámina oscura y tornasolada ya se dividió en varias partes, por lo que, aunque sigue siendo potencialmente catastrófica, ya no amenaza con llegar en grandes cantidades a las costas del sur estadounidense, según explicó el comandante de la Guardia Costera norteamericana, el almirante Thad Allen.
Pero aun con estas explicaciones, los científicos y ambientalistas se preguntan si el volumen del derrame no es mucho mayor al que estiman las autoridades del país y de la empresa responsable. El derrame comenzó el 20 de abril, cuando la plataforma Deepwater Horizon, subcontratada por BP para explotar el crudo del Golfo de México, explotó, dejando un saldo de once trabajadores muertos. El gobierno norteamericano todavía mantiene su estimado de que cinco mil barriles de petróleo están fugándose hacia el agua cada día.
Los detractores del gobierno sostienen que ese estimado se basa en un cálculo científico erróneo. Según un eminente oceanógrafo, el derrame podría estar creciendo a una velocidad tres o cuatro veces mayor a la establecida oficialmente. Por ejemplo, Ian MacDonald, un científico de la Universidad Estatal de Florida y un experto en derrames petroleros, aseguró que una imagen satelital mostró que la mancha era aún más grande que lo que indican las proyecciones oficiales. El analista pidió imágenes y números más realistas para poder calcular el tamaño del daño y las posibilidades de que llegue a las costas de cuatro estados. “El gobierno tiene la responsabilidad de conseguir los números verdaderos”, dijo MacDonald al diario The New York Times.
BP aseguró en varias oportunidades que es imposible medir con total certeza el nivel de crecimiento del derrame y que, aun si pudiera hacerlo, esas cifras no ayudarían a detener y limpiar la capa gigantesca de petróleo sobre el Golfo de México. En los días siguientes a la explosión en la plataforma Deepwater Horizon, propiedad de la empresa estadounidense Transocean, BP había asegurado que la fuga de crudo era de unos mil barriles diarios.
En un testimonio posterior ante el Congreso, la empresa británica señaló que, en el peor escenario posible, es decir si el punto de fuga crecía, el derrame podría aumentar hasta 60 mil barriles de petróleo diarios, lo que equivaldría a un desastre ambiental similar al de Exxon Valdez cada cuatro días. Hasta la explosión de Deepwater Horizon, Exxon Valdez había sido la peor tragedia medioambiental relacionada con la exploración petrolera en territorio norteamericano.
Por eso Obama compartió el viernes su “enojo y frustración” ante las cámaras de televisión y reconoció que aún había dudas sobre cuánto petróleo realmente había sido derramado sobre el Golfo de México. Además prometió terminar con la relación de connivencia entre la industria petrolera y los reguladores federales que, según él mismo reconoció en su discurso, existe hace años.
Por su parte, Tony Hayward, el director ejecutivo de BP, también enfrentó la realidad esta semana, al reconocer que el derrame podría causarle el puesto. La cuenta por los esfuerzos para frenar y limpiar el crudo en el golfo ya asciende a más de 8,7 millones de dólares diarios y, si no encuentran una solución rápido, lo más probable es que los costos sigan subiendo.
Hasta ahora BP ya gastó más de 436 millones de dólares en los esfuerzos por contener los más de 15 millones de litros de petróleo que flotan en el océano desde las últimas tres semanas. Su esperanza ahora es poder insertar un tubo de 15 centímetros de ancho en el ducto de 53 centímetros de ancho, que quedó perforado después de la explosión y es el principal punto de fuga.
Como si fuera la tapa de una botella de aceite, el tubo más fino estará rodeado por unos topes de plástico, que intentarán evitar sellar por completo la fuga del crudo. El objetivo final, si la empresa tiene éxito y el tubo es colocado correctamente hoy, es que luego de sellar la fuga, el tubo también sirva como conducto para aspirar el petróleo hasta un tanque de almacenamiento en la superficie.
Esa nueva técnica es el último método probado por la empresa británica, luego de una serie de infructuosos intentos. Hace una semana había fracasado un plan para tapar la fuga con una cúpula de acero gigante.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
|
|
|