Desde hace más de dos semanas, Clifton Hendon pasa sus días en tierra. La pesca de ostras, el único sustento de la etnia choctaw, está prohibida a causa de la marea negra que provocó la explosión y posterior hundimiento de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon.
«He perdido varios centenares de dólares», dice este criador de ostras de 63 años, uno de los 80 «indios irreductibles», como se les conoce, que siguen aferrados a la isla de Jean Charles.
Su pequeña embarcación aguarda amarrada en el canal adyacente a la caravana donde vive desde que el huracán Katrina barriera su casa. El Estado le había prometido otra, pero en cinco años no ha recibido nada. «Estamos abandonados», se lamenta, sin perder su sencillez.
Acostumbrados a ser los olvidados, los indios choctaw no se sorprendieron de que los ingenieros militares se negaran a erigir barreras entre sus pantanos y el mar, como hacen en otros lugares de la costa. No hay nada que evite la llegada del crudo a este frágil ecosistema.
Pocos e indios
Mientras pesca truchas, cuya captura aún está permitida, Theo Chaisson, propietario de un pequeño bar, advierte: «Si esto llega aquí, va a perjudicar mucho a la comunidad».
«Nos dijeron que esta isla no tiene el valor suficiente como para salvarla», dice Cristophe Brunet, historiador del lugar.
Albert Naquin, uno de los líderes de la comunidad, afirma que «se han olvidado de nosotros porque somos una comunidad pequeña y somos indios».
Las autoridades les han propuesto dejar la isla para desplazarse a tierra firme. Previamente, los huracanes y la saliniza- ción de los pantanos ya habían forzado a muchos de los habitantes a abandonar sus hogares.
«Si el petróleo se cuela en estas aguas, sólo se acelerará la pérdida de su cultura. De todas las comunidades [indígenas] de Luisiana, la isla de Jean Charles va a ser la primera en morir», apunta Rebecca Ferris, que está realizando un documental sobre la isla.
Los indios de Luisiana son, junto con los cajunes, los últimos habitantes francófonos que quedan en EEUU. Inevitablemente, el uso del francés sigue perdiendo terreno: en 2000, apenas 200.000 vecinos de Luisiana hablaban francés, 50.000 menos de los que lo hacían diez años antes.
Con el declive de esta lengua, es toda una parte de la cultura de este Estado la que desaparece. Y la marea negra amenaza con acelerar todo el proceso, reconoce inquieto Zachary Richard, cantante, poeta y defensor de los francófonos de Luisiana.
Si los pescadores de gambas están obligados a echar la llave a sus casas, será el final del francés en estos pantanos, reconoce a AFP. «Uno de los últimos bastiones francófonos son los pescadores de gambas, porque la transmisión de la lengua se hace en los barcos. Los niños aprenden a pescar en un vocabulario francófono», constata.
«Sería mucho peor perder la costa, pero junto con el litoral, va a desaparecer la lengua francesa en una cierta parte de Luisiana, como ya pudimos ver con el Katrina», agregó.
El cineasta Glen Pitre, considerado el padre del cine cajun, ya lo predijo: «Éste sera el último clavo en el ataúd».
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