“Creced y multiplicaos”, dijo el científico, y las bacterias, que él había fabricado, obedecieron. Así puede resumirse el trabajo que ayer, en la revista Science, anunció la producción de una bacteria viva cuyo material genético había sido íntegramente armado en laboratorio. No se trata (todavía) de un microorganismo nuevo, sino de la reproducción del genoma de una bacteria que ya existía en la naturaleza, pero el método con el que se la reprodujo no existe en la naturaleza ni existía, hasta ahora, en los laboratorios: mediante máquinas computarizadas, los investigadores, en vez de copiar el ADN, lo fabricaron desde cero, pegando uno por uno los centenares de miles de ladrillos ínfimos que lo constituyen. La importancia de la investigación está en que ahora que se sabe cómo fabricar vida, será posible inventarla; agregar nuevos ladrillitos para obtener, por ejemplo, bacterias capaces de elaborar biocombustibles. Tal es, precisamente, el principal propósito de los investigadores, que trabajan para su propia empresa comercial. Claro que, agregando otros ladrillitos, esos microbios “pueden convertirse en armas biológicas o amenazar la biodiversidad natural”, según una ONG internacional.
Hasta ayer, la forma como se obtenía ADN en laboratorio era, sustancialmente, la que existió siempre en la naturaleza: mediante enzimas, se copiaba una cadena de ADN preexistente. Ya en 2008, el equipo dirigido por Craig Venter, Clyde Hutchison y Hamilton Smith había reproducido, ¡pero sin copiarlo!, la cadena completa de ADN de una bacteria del género Mycoplasma . El ADN está formado por la combinación de sólo cuatro “bases” químicas, como si fueran cuatro letras que, sumadas de a centenares de miles, forman una única palabra. El grupo de Venter, en vez de –digamos– fotocopiar la cadena entera, la reescribió letra por letra, con ayuda de máquinas guiadas por computadoras y gracias a la laboriosidad de veinte investigadores, durante más de diez años, a un costo de 40 millones de dólares.
Pero faltaba lo más impresionante: el genoma así fabricado, ¿funcionaría? ¿Sería capaz de dirigir la maquinaria de una célula viva y de reproducirse como si hubiera sido producto de la naturaleza? Para constatarlo, encararon el siguiente experimento: primero, como ya lo habían hecho en 2008, fabricaron el genoma de una bacteria; segundo, tomaron una bacteria de otra especie y le quitaron el ADN; tercero, a esta bacteria, digamos, castrada, le pusieron el ADN de la primera. Pasaron muchos meses de pruebas, aciertos y errores hasta que, hace un mes, uno de los platitos del laboratorio se tiñó de azul.
Era la señal de que la bacteria con núcleo fabricado crecía y se multiplicaba en el medio de cultivo. Es lo que ayer se anunció en la revista Science. “Se trata de la creación de la primera célula viva sintética”, comentó Venter. “Fue creada con cuatro frascos de químicos –compadreó–, a partir de la información de una computadora.”
La elección del Mycoplasma se había debido a que este género de bacterias incluye las que tienen el genoma más chiquito. Un propósito central de los investigadores fue, desde el principio, determinar cuál es la cantidad mínima de genes necesaria para que un organismo viva y se reproduzca. Por eso habían empezado por el Mycoplasma genitalium –que se encuentra en la mucosa urogenital de los primates–, considerado la bacteria de genoma más reducido: sólo unos 500 genes; más aún, le sacaron 100 genes sin que perdiera su capacidad de sobrevivir y reproducirse.
Lograr esa cantidad mínima de genes “es como obtener un esqueleto vital: lo necesario y suficiente para que la célula viva y se reproduzca: a esa estructura básica se le podrían agregar los genes necesarios para obtener organismos que nunca han existido en la naturaleza”, explicó a este diario Martín Vázquez, investigador independiente del Conicet, director de la Plataforma de Genómica y Bioinformática del Instituto de Agrobiotecnología de Rosario.
¿Para qué quieren inventar organismos que nunca existieron? La investigación de Venter fue financiada por la firma Syntethic Genomics, fundada por el propio Venter y de la que Hutchison y Smith tienen acciones. Su objetivo comercial más destacado es obtener bacterias que sirvan para fabricar biocombustibles, lo cual (si todo sale bien) podría ofrecer una nueva, fabulosa fuente de energía renovable.
Pero, ¿todo saldrá bien? El ETC Group, ONG internacional con sede en Canadá, dedicado a monitorear las nuevas tecnologías, advirtió que “las formas de vida creadas en laboratorio pueden convertirse en armas biológicas y, también, amenazar la biodiversidad natural”. Pat Mooney, director del grupo, afirmó que “la biología sintética es un campo de actividad de alto riesgo, todavía mal comprendido y motivado por la búsqueda de beneficios económicos”.
Vázquez observó que “el trabajo del grupo de Venter, al alcanzar el extraordinario logro de crear un genoma a partir de cero, plantea efectivamente un problema ético y filosófico. Ellos mismos reconocen la importancia del debate pero, a la vez, ya presentaron solicitudes de patentes”. Ningún debate los detendrá. |
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