El clima ocupa nuevamente el centro de la escena en Argentina, al pasar de 400 milímetros de lluvia en febrero, con inundaciones en el Sur de Córdoba, Sur de Santa Fe y el noreste de Buenos Aires, a condiciones de falta de humedad o incipiente sequía en gran parte de la región pampeana.
"No pudimos empezar a sembrar el trigo. Marzo y abril fueron secos, y mayo pinta parecido hasta ahora, lo que provocó que los perfiles se vaciaran completamente. En estas condiciones, no se pueden arriesgar US$ 300 por hectárea de implantación", comenta un productor de Rufino, que tiene todos los insumos comprados para sembrar 150 hectáreas.
"Necesitamos 40 o 60 milímetros para generar condiciones favorables para la germinación, pero los días van pasando; las tormentas siguen de largo, y la semilla sigue en el galpón, sin poder usarse, agrega.
La baja humedad es perjudicial para la cebada, que se debe sembrar más superficialmente que el trigo por su corto hipocótile. Pero también afecta a las praderas cultivadas en implantación.
"Las sembradas en febrero tienen 20 a 30 centímetros de desarrollo, pero la implantadas en marzo están por nacer o raquíticas y esperan un golpe de agua salvador", afirma un técnico de la zona.
Los verdeos de invierno tempranos han desarrollado como para dar un primer pastoreo, pero tienen nulas posibilidades de rebrote si se concreta su aprovechamiento. Por la escasa humedad del suelo tienen alto contenido de materia seca.
Las sojas de segunda también fueron afectadas por el fenómeno en esa zona. A las sembradas más tarde les faltó agua en la floración y fructificación, acortaron su ciclo, se cosecharon más temprano que otros años y dieron lugar a bajos rindes, disminuyendo el promedio de los campos. Como se ve, la falta de lluvias otoñales complica todo el sistema productivo.
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