Siguiendo con las enfermedades de nuestro planeta, veamos uno de los problemas que más directamente nos afecta: la escasez de agua dulce.
Es hora de ver la realidad. Si hablamos del bien más preciado para la humanidad, muchos dirán que es el petróleo, los metales preciosos, diamantes y otros, pero lo cierto es que lo más preciado es el agua dulce. Este es un recurso imprescindible para la supervivencia de la vida en el planeta. Afortunadamente es un bien relativamente fácil de encontrar, dependiendo del lugar en que nos encontremos. Pero nuevamente el accionar del hombre, en lo que concierne al uso y manejo de este recurso, deja mucho que desear, y ha empezado a escasear.
Por un lado, la distribución de las poblaciones humanas no es acorde con la distribución del agua en el planeta. En este sentido, los humanos tienden a aglomerarse en ciudades y macrociudades, en las cuales se tiene que hacer peripecias para poder asegurar el suministro de agua y, dependiendo de la ciudad, un correcto procesado de las aguas residuales. Por otro lado, la contaminación hídrica provocada por las distintas actividades humanas hace que la cantidad de agua limpia disponible sea cada vez más reducida.
Hoy 1.100 millones de personas carecen de agua potable, y 2.600 millones no disponen de alcantarillado o saneamiento de algún tipo. Si esto ocurre con más o menos 6.600 millones de personas que ahora habitamos la tierra, ¿qué ocurrirá en unas décadas más, cuando la población sobrepase los 9.000 millones?
Parece una contradicción que viviendo en el también llamado planeta azul, el agua dulce, que es indispensable para que la vida se desarrolle en el mundo, sea escasa. El planeta Tierra está formado en su mayor parte por agua, sin embargo el 97% de la cantidad de agua existente es salada, otro 2% se encuentra congelada en los hielos perpetuos de los polos y los grandes nevados del mundo, y sólo una mínima parte, el 1%, es el agua dulce que se purifica y circula para el consumo de las personas.
Pero de toda el agua dulce existente en el planeta, ésta se distribuye más o menos de la siguiente manera: el 68,89% en forma de nieve, hielos perpetuos y los casquetes polares; el 30,8% en las aguas subterráneas profundas; el 0,001% en la atmósfera y tan sólo el 0,3% está disponible en los ríos, lagos y vertientes poco profundas. Este mínimo porcentaje de agua se renueva a través de lo que conocemos como el ciclo hidrológico y por su proceso de autopurificación. Ahora veamos cómo la pequeña cantidad de agua a la que realmente tenemos acceso se va reduciendo, poco a poco, del total disponible.
Para analizar este ciclo de agua para humanos, debemos conocer la cantidad de agua que entra en este ciclo renovándose cada año. Este es el agua que se evapora anualmente en todo el planeta y que vuelve a caer en forma de lluvia: 550.000 Km3. De toda esta cantidad y después de muchos procesos y caminos recorridos, sólo 9.500 Km3 pasan por zonas habitadas. Esto es mucho menos de lo que partimos, pero debería ser más que suficiente, ya que solamente estamos usando 4.000 Km3, aproximadamente. Si las cosas son así, ¿cómo podemos estar hablando de escasez de agua?
El problema radica en pocas, pero grandes cuestiones. La primera es la distribución de las personas en el planeta, que no coincide con la distribución de fuentes de agua, dejando lugares con gran accesibilidad a este recurso y otras zonas utilizándolo de manera intensiva, como es el caso de las grandes ciudades. Otro de los problemas son las variaciones climáticas que afectan el abastecimiento de agua y las políticas de algunos países que permiten lucrar con la misma. Y por último tenemos la contaminación, pequeñas cantidades de contaminantes son capaces de inutilizar grandes volúmenes de agua. Un promedio proporcionado por la ONU indica que son vertidos unos 1.500 Km3 de aguas residuales y un litro de agua residual (la que sale de las actividades humanas, sean domésticas, de industrias u otras actividades) puede contaminar ocho litros de agua limpia. En este caso la contaminación global alcanza a 12.000 Km3. Recordemos que sólo 9.500 Km3 pasan por zonas habitadas a las que podemos tener acceso. Y como si todo esto fuera poco, el ser humano comúnmente derrocha este recurso como si fuese inagotable.
No podemos olvidar que entre las causas más frecuentes de muerte en los países en desarrollo están las enfermedades ocasionadas por el consumo de agua en mal estado. Para que tengan una idea, más de 2.000 millones de personas sufren al año por infecciones y enfermedades ocasionadas por falta de acceso al agua limpia.
Por todo lo mencionado es muy importante tomar conciencia de lo que se refiere al uso y distribución de este recurso para nuestra sobrevivencia y la de generaciones futuras dentro de nuestro planeta enfermo.
El autor de la nota desarrolló actividades de capacitación y facilitación de distintos grupos nacionales en temas ambientales. |
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