Después de obtener el permiso de las autoridades federales norteamericanas, la empresa British Petroleum (BP) inició ayer una ambiciosa y peligrosa operación bautizada Top Kill, con la que intentará sellar mediante la inyección de flujo pesado el pozo submarino que libera miles de barriles de petróleo diarios en el Golfo de México.
Sin embargo, y luego de varios intentos fallidos de controlar el derrame que ya lleva cinco semanas, el presidente norteamericano, Barack Obama, bajó ayer las expectativas del operativo y no garantizó su éxito.
Luego de consultar a científicos contratados por el gobierno federal, la Guardia Costera norteamericana le dio luz verde a los trabajos de BP, que intentará bombear miles de kilos de fluidos pesados, lodo y cemento por debajo del caño de 50 centímetros de diámetro que escupe unos 5000 barriles de crudo por día -según las estimaciones más conservadoras- a 1500 metros de la superficie.
Un barco de BP bombeará 7950 litros de lodo por minuto. Si el líquido no logra frenar la fuga, la empresa puede inyectar materiales sólidos como pelotas de golf y tiras de goma para ayudar a introducir más lodo dentro del pozo.
El gigante petrolero británico cuenta con esa técnica como una última solución, después de dos intentos fallidos de controlar el derrame de petróleo, el peor en la historia norteamericana.
En el primer intento, cuatro vehículos robotizados submarinos no lograron activar una válvula de sellado automático que no funcionó cuando la plataforma Deepwater Horizon explotó el 20 de abril, para luego consumirse y hundirse tras un dantesco incendio en alta mar.
Luego, la empresa fracasó al tratar de controlar el derrame mediante la colocación sobre el pozo de una campana de más de 70 toneladas desde donde se bombearía el crudo contenido hacia un supertanquero en la superficie.
Las consecuencias del resultado de esta nueva operación podrían ser cruciales para BP. El éxito del encapsulado de la fuga levantaría en parte la imagen de la empresa luego de semanas de esfuerzos infructuosos, y mitigaría el daño al medio ambiente, próximo a convertirse en una catástrofe.
Un nuevo fracaso, en tanto, significarían meses de derrame fuera de control, un devastador impacto económico y ecológico para la región y miles de millones de dólares de pérdidas para el gigante energético británico.
Se estima que BP ya ha gastado más de 760 millones de dólares en su combate a la marea negra mientras, y como último recurso, continuaba perforando dos pozos paralelos al reservorio principal, que no estarían listos por lo menos hasta agosto.
Como en los anteriores intentos, BP advirtió que, pese a éxitos anteriores en condiciones diferentes, es la primera vez que este tipo de operación se realizará a una profundidad de 1500 metros.
"En dos o tres días sabremos si funcionó el nuevo intento de controlar la pérdida", comentó el CEO de BP, Tony Hayward.
Atención mediática
Los medios de comunicación estadounidenses, que en las primeras cinco semanas después del hundimiento de la Deepwater Horizon se mostraron sorprendentemente reservados, realizaron ayer una exhaustiva cobertura de la operación Top Kill. Previamente, apenas habían transmitido imágenes de animales cubiertos por el crudo, de playas contaminadas o de gente desesperada.
El interés del público coincidió con las revelaciones de ayer de diversas comisiones de investigación que destacaron los errores de procedimiento y seguridad de BP en los momentos previos al accidente, como la orden de cortar el suministro de lodo pesado en la conexión principal, que hubiera prevenido el ascenso de burbujas de gas metano a la superficie. O el haber ignorado los alarmantes resultados de una prueba de seguridad que la plataforma no superó.
Según los miembros de la Cámara de Representantes, Henry Waxman y Joe Barton, la petrolera reconoció que sus trabajadores recibieron diversas señales de alarma que indicaban la existencia de gas ascendiendo por la tubería de evacuación del crudo, y que se retiraron los lodos pesados antes de hora y se sustituyeron por agua de mar, inefectiva a la hora de evitar la explosión.
Tres horas antes del accidente en el que murieron 11 trabajadores, la válvula de seguridad no superó una prueba rutinaria, pero BP decidió seguir adelante con la extracción de crudo, después de comprobar que había otra técnica de prevención que funcionaba, aparentemente, con normalidad.
Promesa
Obama no ofreció ayer garantías sobre el éxito de Top Kill, pero prometió que su gobierno "no descansará hasta que no se haya cerrado el pozo" y se haya limpiado por completo el manto de petróleo que se encuentra a la deriva en el Golfo de México.
"El derrame en el Golfo, que es descorazonador, sólo subraya la necesidad de buscar fuentes de energía alternativas", declaró Obama, que mañana llegará a Luisiana para visitar por segunda vez la zona del desastre.
El peor derrame de crudo en la historia norteamericana obligó al mandatario a congelar su política energética, que, en parte, se apoyaba en la perforación submarina, anunciada una semana antes de la explosión en la Deepwater Horizon.
El mandatario espera recibir hoy un informe del secretario del Interior, Ken Salazar, tras el cual anunciaría el fin de la veda temporal para los nuevos permisos en aguas superficiales, pero mantendría la que rige para aguas profundas.
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