Mientras comenzaban los trabajos de la petrolera británica BP para sellar su descontrolado pozo petrolero en el Golfo de México, los altos ejecutivos de la empresa del centro de comandos en Houston, incluyendo al ejecutivo en jefe Tony Hayward y el director gerente Bob Dudley, no podían hacer otra cosa que mantener el aliento. El taponeo (top kill) que comenzó anoche es un experimento de extraordinaria complejidad, que consiste en inyectar una solución de agua, materias sólidas y barita –un mineral– en dos circuitos que conducen a la válvula de seguridad del pozo, de donde se escapan el petróleo y el gas, y luego tapar el pozo con cemento.
Las complejidades son extremas; las posibilidades de error, casi infinitas. Jamás se intentó algo así a un kilómetro y medio debajo de la superficie del agua en múltiples atmósferas de presión. Toda la nación –y gran parte del mundo– estarán mirando, por TV o en sus laptops a través de la ahora famosa spillcam de BP.
Mientras los indicadores y los diales y el barro comenzaron a moverse, no fue secreto para nadie lo que estaba en juego para Hayward, su empresa y para el Golfo; su empleo, con seguridad. Había esperanzas de que el desastre ecológico marino pudiera ser contenido. También está en juego el futuro de BP misma, una de las empresas más poderosas del mundo y la mayor con base en Londres. Una cuarta parte de su valor de mercado ya desapareció. No queda claro si la empresa podría sobrevivir a más derrame. “Tapen el condenado agujero”, les dijo el presidente Barack Obama a sus asistentes en una reunión privada hace unos días. Es un sentimiento que comparte toda la nación. Las conversaciones alrededor de las mesas hogareñas durante semanas han seguido la misma línea: ¿cómo es posible que nadie sepa cómo parar esta cosa?
Los porcentajes giran en las mentes de todos en el centro de Houston de BP. Tiene una posibilidad de sesenta a setenta por ciento de que el top kill funcione como se espera. Setenta por ciento también es el número de estadounidenses que desaprueban el manejo del desastre por la empresa, según una nueva encuesta de CBS.
Ayer, Ben Nelson, el prominente senador de Florida, dijo que si BP fracasa esta semana, Obama deberá sacarle el control a la empresa. Puede no ser una opción sabia operacionalmente, pero políticamente el presidente no tiene muchas otras opciones. La catástrofe está amenazando con pesar mucho sobre los demócratas este noviembre en las elecciones de mitad de término. Por esta razón quieren que se solucione ahora y es también la razón por la que Obama visitará Louisiana y la línea costera por segunda vez mañana. |
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