A British Petroleum se la consideraba una petrolera relativamente ilustrada en Washington antes de la explosión en la plataforma Deepwater Horizon que mató a 11 personas y dejó un reguero de miles de barriles de petróleo diarios en el Golfo de México. Para usar las palabras de un ex miembro de un grupo de lobby petrolero, la compañía –que gastó millones de dólares en Estados Unidos tratando de venderse con el logo “Beyond Petroleum” (más allá del petróleo) y tenía fuertes lazos con los principales grupos ambientalistas– “se despertó una mañana y de repente era ExxonMobil”.
A BP, esta crisis le ha enseñado una dolorosa lección: aunque en los últimos años invirtió millones de dólares haciendo lobby en el Congreso de EE.UU., las acusaciones de los políticos, que dijeron que la empresa había bajado los estándares para recortar costos en las semanas previas a la tragedia, sumadas al fracaso de sus intentos por detener o disminuir de manera significativa el derrame, la han dejado prácticamente sola en el Capitolio.
Como descubrió Toyota en su reciente crisis en EE.UU., cuando tuvo que retirar del mercado automóviles con defectos, los legisladores no apoyan a una empresa si se la considera indigna de confianza. Los esfuerzos de Tony Hayward, CEO de BP, por tranquilizar a los accionistas, incluyendo sus comentarios en el sentido de que el impacto ambiental sería “muy modesto”, sólo sirvieron para irritar aún más a los políticos estadounidenses que, como están a su vez bajo fuego, dicen que el accidente representa un ataque directo a los recursos que permiten a millones de norteamericanos que habitan en la costa del Golfo ganarse la vida.
Además, BP también debe encarar una relación cada vez más llena de disputas con la administración Obama, que también ha sido muy criticada por su manejo del derrame.
La mayor parte de los expertos en gestión de crisis de Washington predicen que a medida que la situación política se vuelva más difícil, la postura de la Casa Blanca hacia el grupo petrolero también se endurecerá.
David Axelrod, el principal asesor político del presidente Barack Obama, señaló esta semana que el público estadounidense debería sentirse reconfortado por la noción de que el futuro de BP depende de su éxito en lidiar con este desastre. “La propia compañía está en juego. Y ellos lo saben”, dijo Axelrod.
Obama, que se mostró muy decidido en la primera semana después del derrame, cuando declaró que BP sería considerada responsable, ahora se ve débil ante una catástrofe ambiental que parece insuperable. Lejos de ejecutar un final tipo Hollywood en el que los militares estadounidenses salvan el día, el gobierno admitió que no tiene la capacidad técnica para obturar la pérdida.
La senadora demócrata Mary Landrieu, de Louisiana, que es una defensora de la industria petrolera que en las primeras semanas tras el accidente rápidamente señaló que la perforación offshore es segura, cambió el guión. “Si usted ganó u$s 50.000 el año pasado y este año no puede trabajar, BP le hará un cheque por u$s 50.000. Si su empresa ganó un millón de dólares el año pasado y este año no puede hacerlo, BP hará que su negocio se recupere”, expresó la senadora el lunes pasado.
Un ex funcionario de la época de Clinton sostiene que las dificultades de BP se deben a que durante mucho tiempo descuidó sus relaciones con Washington y siguió manejando todo desde Londres. La empresa –que hoy lanzó una operación para tratar de cerrar la brecha con fluido pesado– rechaza estas sugerencias. “Si se analiza la operación de BP en EE.UU. a través del tiempo, se ve que hemos tenido fuertes relaciones con Washington”, aseguró Andrew Gowers, vocero de la petrolera británica.
Reputación en juego
03:00
n ¿BP hace todo lo que puede por cerrar la brecha y contener el derrame?
A BP le interesa mucho hacer todo lo posible en ese sentido. No vale la pena ahorrar unos pocos millones de dólares cuando el perjuicio para su reputación es potencialmente tan grande. El problema es que no estaba preparada para detener la pérdida en aguas tan profundas o para contener un derrame de alcance nacional, pese a que dijo que sí lo estaba. Desde la explosión, la compañía, con la ayuda del sector y el gobierno, hizo varios intentos por detener la pérdida que hasta ahora no tuvieron éxito.
n ¿El gobierno de Obama podría hacerlo mejor?
La reputación del gobierno también está en juego, de modo que si pudiera hacer algo para detener el derrame, lo haría. Envió varias veces altos funcionarios al Golfo para asesorar a BP, y si tuviera una solución que la empresa no ha probado, tendría derecho a insistir en que lo hiciera.
n ¿Es posible que la administración y BP estén pasando algo por alto?
Aunque BP y el gobierno dicen estar haciendo todo lo posible para terminar con la crisis, algunos analistas temen que haya una tendencia en las organizaciones a pensar que, como pueden recurrir a los expertos mundiales, éstos deben tener razón. Técnicos y científicos han hecho llegar miles de ideas. BP ha dicho que las está considerando, pero también señaló que tiene las mejores mentes trabajando en este problema. Algunos críticos temen que esta forma de pensar puede determinar que la empresa deje escapar una solución perfectamente buena que podría aportar alguien externo a la firma.
n ¿Puede BP recuperar su buena reputación después de la crisis?
La empresa ha atravesado algunas instancias difíciles en los últimos años y el público, particularmente en EE.UU., tiene poca memoria. La explosión en la refinería de BP en Texas City, estado de Texas, en 2005, provocó la muerte de 15 personas y dejó al menos 170 heridos, y sin embargo ha sido prácticamente olvidada por la gente que no es del sector. Mucho depende de la cantidad de petróleo que llegue a los pantanos y afecte las costas, lo que podría matar a animales silvestres que la gente pueda ver.
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