En un intento por demostrar un liderazgo fuerte en la contención del mayor derrame de petróleo en la historia de Estados Unidos, el presidente Barack Obama recorrió ayer por segunda vez en menos de un mes la costa de Luisiana, en donde prometió triplicar el personal federal que combate la marea negra y asumió la responsabilidad para resolver el desastre.
La petrolera British Petroleum (BP), por su parte, informó que la operación bautizada Top Kill, que emprendió el miércoles para sellar el pozo submarino que, desde hace cinco semanas, inunda el Golfo de México con crudo, ha mostrado señales de que podría ser exitosa, aunque podrían pasar otras 48 horas hasta que se sepa si realmente logró su objetivo.
"No los abandonaremos. Estamos a su lado y vamos a apoyarlos en esta situación. Esta es nuestra prioridad más alta y merece una respuesta a su medida", dijo Obama a los habitantes de la costa del Golfo, en un discurso desde una playa en Grand Isle, una isla delante de la costa de Luisiana especialmente afectada por el vertido de petróleo.
Con el fin de aplacar las críticas dirigidas a su administración por la reacción tardía que tuvo en el manejo de la catástrofe, Obama también anunció que ordenó triplicar el personal federal abocado a contener el derrame, que actualmente es de 20.000 efectivos, y prometió trabajar hasta reparar el daño.
El refuerzo de personal se destinará a lugares ya cubiertos por el petróleo o que podrían ser alcanzados en las próximas 24 horas.
"Si bien BP es legalmente responsable de la fuga -dijo Obama-, yo asumo la responsabilidad final para la resolución de esta crisis. Yo soy el presidente y la responsabilidad es mía."
Según analistas, el derrame podría convertirse en una carga política para Obama antes de las elecciones legislativas de noviembre, en las que se prevé que disminuya el control del Partido Demócrata en el Congreso.
Una encuesta de opinión reciente, de hecho, reveló una alta disconformidad entre los norteamericanos con la manera en que el gobierno maneja la crisis.
La catástrofe comenzó el 20 de abril pasado, cuando la plataforma alquilada por BP explotó y se hundió, y provocó la muerte de once personas y el inicio de un fuga diaria de millones de litros de crudo desde el fondo del mar. La marea negra ya ha superado ampliamente el desastre del Exxon Valdez, en las costas de Alaska, en 1989.
Según un sondeo de Gallup, el 53% de los estadounidenses piensa que el presidente ha manejado mal la catástrofe, contra un 43% que cree lo contrario.
Al ser consultado sobre el operativo Top Kill, que consiste en inyectar toneladas de lodo en la boca de la perforación, a 1500 metros de profundidad sobre el lecho marino, el presidente prefirió no vaticinar el desenlace de éste. Sin embargo, aseguró que un equipo de científicos ya tiene listos otros "planes de contingencia" en caso de que resulte un fracaso.
"De ser exitoso, obviamente será una buena noticia -dijo Obama-. Pero nuestra respuesta continuará con toda su fuerza independientemente del resultado."
Mientras crece la indignación pública y la frustración por el derrame fuera de control, el presidente ejecutivo de BP, Tony Hayward, informó ayer que si bien la operación Top Kill avanza lentamente, el resultado final sigue siendo incierto y podrían pasar 48 horas hasta saber si funcionó o no.
"Lo hemos derribado, pero no hemos podido ponerle una bala en la cabeza todavía", dijo Hayward, según el cual las posibilidades de éxito del procedimiento seguían siendo del 60 al 70 por ciento.
Si el operativo Top Kill falla, BP anticipó que tratará de controlar el derrame con otros métodos, como un segundo intento de transportar el crudo por un ducto a un barco en la superficie, o colocar un nuevo mecanismo para evitar explosiones sobre el que falló.
La escala del derrame se expandió enormemente con los nuevos cálculos del gobierno revelados anteayer, que multiplicaron hasta por cinco los 5000 barriles por día estimados originalmente por BP.
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