Comunidades indígenas amazónicas de Ecuador afectadas por la contaminación petrolera causada por Texaco-Chevron, obtuvieron el respaldo de pueblos originarios de Estados Unidos afectados por el derrame petrolero en el Golfo de México.
Según un comunicado difundido hoy de la Asamblea de Afectados por Texaco, una delegación de reclamantes ecuatorianos intercambiaron con indígenas estadounidenses experiencias sobre desastres petroleros y estrategias para responsabilizar a las compañías.
La Nación Unida de los Houma, comunidad indígena norteamericana del sureste de Luisiana con unos 17 mil habitantes, severamente afectada por el derrame petrolero del Golfo, acogió a los ecuatorianos, junto a líderes indígenas de otras comunidades.
"Hemos visto a lo largo de la costa una terrible tragedia por la codicia de una industria hambrienta de poder que lucra con la devastación y la única forma de enfrentarla es con la unión", dijo Luis Yanza, Coordinador de la Asamblea ecuatoriana.
Muchos han calificado al desastre ambiental de la inglesa BP en la costa del golfo como el más grande de la historia de Estados Unidos, y ha generado un debate nacional sobre el peligro de la dependencia del petróleo de Estados Unidos, agrega.
La delegación de Ecuador en la costa del Golfo también cuestionó el comportamiento de las compañías petroleras norteamericanas en el extranjero, mientras el público estadounidense está enfurecido por la negligencia de la transnacional inglesa.
Este desastre, subraya el comunicado, atrae la atención sobre la responsabilidad de Chevron por la masiva devastación en Ecuador y otras situaciones de abuso causadas por esa gigante petrolera, a la cual demandan judicialmente indemnización.
Expertos estiman que unos 345 millones de galones de petróleo crudo fueron arrojados por Texaco-Chevron en las fuentes de agua de las cuales se servían las comunidades amazónicas ecuatorianas para pesca, consumo humano aseo.
Por décadas Texaco, hoy Chevron, arrojó 18 mil millones de galones de desechos tóxicos y abandonó alrededor de 900 piscinas de tóxicos en la selva ecuatoriana, desencadenado enfermedades y cáncer que ya han causado al menos mil 400 muertos.