La situación que está viviendo Obras Sanitarias muestra las muchas falencias que tienen los controles en nuestra provincia. La empresa llegó a la intervención por presuntas falencias, pero lo cierto es que de existir ellas el principal responsable es el propio Estado, que ahora interviene. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que el concesionario privado tiene la tarea de gestionar la empresa, en este caso de agua, pero es el Estado como concedente el que debería en tiempo y forma ejercer el control sobre esa firma. Cuando esto se hace a destiempo no sirve, pues el daño ya está hecho y de nada les sirve a los mendocinos que unos les echen la culpa a los otros, si en su momento no se revirtió una situación mala. La explicación de por qué se hizo, esto debe ser claro, es porque en todas estas situaciones el Estado también suele tener su porción de incumplimientos, con lo cual se le hace difícil pedir que los otros hagan lo que corresponde. Ahora empieza el minué de la oposición echándole la culpa al oficialismo de desmanejos, incluso hablan de la incorporación de gerentes, y entonces desde el Gobierno lanzan por lo bajo que durante los gobiernos radicales la empresa concesionaria entregaba información cambiada que era aceptada como cierta. Lo que deja a la luz todo esto es el fracaso de los organismos de control, pues en uno y otro caso sería el EPAS el que debería haber tomado cartas en el asunto. Tanto en lo que denuncian unos como en lo que contraatacan los otros. La moraleja es que el organismo de control no puede estar bajo el control del gobierno de turno, pues de ese modo es dudoso que controle como es debido. Así, siempre está condicionado. El aprendizaje para el futuro es que surge la necesidad de afinar mecanismos de control que realmente lo sean y no pantallas que cumplan con las formas pero sin efectividad, que es lo que parece ocurrir. Si los radicales se dejaron pasar por el concesionario, falló el EPAS y si ahora hubiera desmanejos en la intervención, sería porque el órgano de control está en consonancia con el controlado. No se trata de un problema de personas o partidos, sino de mecanismos. Los existentes han fracasado.
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