Según la agencia de noticias DPA, Arne Jernelov, del Instituto de Estudios Futuros de Estocolmo, escribió en la revista científica "Nature" que el riesgo de accidentes será cada mayor, principalmente, en los países cuyas relaciones con el lobby petrolero son muy estrechas, debido a perforaciones cada vez más profundas y en zonas más complicadas.
En las costas brasileñas, por ejemplo, se extienden inmensos yacimientos petrolíferos a unos siete kilómetros de profundidad: dos kilómetros por debajo del agua y otros cinco por debajo de la corteza terrestre. Mientras la técnica no suponga excesiva deificultad se seguirá perforando con riesgos cada vez más altos.
Y es que las zonas de extracción se van ampliando. Las compañías petroleras rusas informaron de nuevas bolsas de mineral en la región del Ártico, bajo capas de hielo muy gordas, y cuya perforación tendría que soportar fuertes tormentas, según Jernelov.
Otro de los peligros para el medio ambiente son los envejecidos oleoductos de Rusia y otros países de la ex Unión Soviética y de África Occidental. La cuestión es que, según los expertos, las roturas, debido a los crecientes costos, no se repararán más.
Por el contrario, la contaminación que supone el lavado de los tanques de los barcos petroleros se redujeron en los últimos años, puesto que está prohibido hacerlo en la mayoría de las aguas territoriales.
Pero uno de los problemas de principales, según el estudio científico, es que la información sobre los vertidos de petroleo, y lo que se pueda aprender de ella, no se evalúa de manera conjunta y global ni es accesible.
Por otro lado, la técnica de reparación y limpieza de vertidos no avanza tan rápido como la de perforación, de manera que se hace cada vez más urgente un trabajo internacional conjunto y una intensa labor investigadora. Todo ello acompañado de un endurecimiento de las leyes internacionales y de un control de su cumplimiento.
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