La reanudación de conversaciones diplomáticas en esta semana entre las cancillerías de Bolivia y Chile, aunque sin que se hayan reabierto las relaciones diplomáticas, rotas desde 1963 y reiteradas en 1976, han puesto en debate nuevamente, tanto el problema del enclaustramiento boliviano como el agudo problema de las aguas del manantial del Silala. Esas negociaciones se reanudan en momentos en que el presidente chileno Sebastián Piñera hizo conocer la posición de su país en sentido de que no piensa otorgar soberanía marítima a nuestro país y, por otro lado, en medio de una sequía que afecta a todo el Altiplano nacional, precisamente debido, en gran proporción, a la desviación unilateral de las aguas del río Lauca por Chile, conflictos pendientes que requieren soluciones para eliminar antiguas diferencias.
La nueva negociación a nivel de vicecancilleres se ha visto dificultada en su comienzo por la posición del nuevo gobierno de Santiago y, a tiempo de saberse que el país vecino niega una salida soberana al mar para Bolivia, algunos analistas han propuesto que a cambio de ese tema se ponga en tapete el asunto irresuelto del río Lauca, propuesta también inaceptable en todo sentido, ya que significa que con esa modificación, se renuncia oficialmente a la solución del enclaustramiento del país a cambio de un asunto de menor magnitud e importancia. Tan alocada propuesta fue, sin embargo, sustituida por otra, en sentido de que el tema del Lauca debería ser incluido en la Agenda del fatídico número 13, sugerencia que, en esa forma, disminuiría su gravedad.
Por otro lado, en relación con la sequía que sufre la región altiplánica se debe considerar que las aguas del manantial del Silala, que hoy benefician a Chile en la cantidad de cien mil metros cúbicos al día y que, además, las aprovecha en forma gratuita, sin reconocernos ni un centavo, podrían ser utilizadas no sólo para el riego de amplias zonas de Potosí y Oruro, sino inclusive para algunas ciudades que padecen de sed y que para cubrir sus necesidades tienen que pagar el precio de un boliviano por cada litro de ese recurso natural.
El riego del Altiplano se lo puede hacer en varias formas, como sugiere el ingeniero Antonio Bazoberry, sin embargo esa solución enfrenta dificultades y altos costos, por lo que sería preferible recurrir a las aguas del Silala que, con mayor facilidad, podrían reducir los perjuicios que causa la sequía, los mismos que podrían tender a agravarse. En esta forma, Bolivia podrá recuperar el recurso natural agua, al cual no se le ha dado la importancia debida, pese a las grandes proclamas en sentido de defender esa riqueza.
Si se recurriera a esa solución, los beneficios que obtendría Bolivia serían realmente importantes y significarían la recuperación de la soberanía nacional, hoy tan venida a menos, y el florecimiento de la zona del Altiplano para el riego de unas cien mil hectáreas y el beneficio de alrededor de cien mil familias de agricultores indígenas que hoy pasan miseria y se ven obligados a refugiarse en las ciudades en busca de pan. En una palabra, el Altiplano podría convertirse en un vergel que podría producir productos agrícolas y ganaderos, no sólo para el debilitado consumo interno sino también para su exportación.
Según técnicos nacionales, el aprovechamiento de las aguas del Silala no es difícil técnicamente ni costoso económicamente. Su solución se basa principalmente en decisiones políticas soberanas, comprendiendo que las aguas de ese manantial son de exclusiva propiedad de Bolivia y que puede hacer con ellas lo que más le convenga. Por ello será de esperar que para las negociaciones anunciadas los funcionarios bolivianos tomen en cuenta la realidad y procedan en ese sentido en el presente y el futuro. |
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