Se ha dicho también que esta ley busca conservar las reservas de agua para consumo humano. Eso es algo muy noble y seguramente a nadie le gustaría imaginar un mundo sin agua para nuestros hijos y nietos. Pero, en realidad, la ley nunca podrá ser muy efectiva en el cumplimiento de ese objetivo, porque los glaciares representan un porcentaje ínfimo del agua que podemos llegar a consumir.
El agua cubre aproximadamente el 71% de la superficie de la tierra. El 97% es agua salada y sólo el 3% es agua dulce. De ésta, únicamente el 1% se encuentra en estado líquido. Del 2% del agua congelada, los casquetes y glaciares polares representan el 68,7%, mientras que los glaciares continentales sólo 0,86%. Como vemos, del agua dulce que nos queda, muy poca está contenida en los glaciares.
Los glaciares actúan como bancos de agua. Almacenan nieve y hielo durante el invierno y a medida que la temperatura asciende liberan agua a los ríos y lagos, contribuyendo con la recarga de los mismos. Según un trabajo realizado sobre el río San Juan en 2005 y otro sobre el río Mendoza en el ’82, la recarga efectiva que aportan los glaciares y zonas próximas a ellos asciende entre un 6% y un 11% de la recarga necesaria para mantener las corrientes de agua de estos dos ríos.
El grueso de la capacidad de recarga de los ríos proviene de las lluvias y de aportes de otros cursos subterráneos. Según el diputado provincial Ricardo Alonso, “es importante señalar que no hay consenso generalizado entre los científicos para definir qué es lo que se entiende por periglaciar”. |
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