Una ola de alivio y de esperanza sacudió al país apenas se supo la noticia más esperada por muchos: ayer, por primera vez en 87 días, se contuvo el feroz derrame de petróleo en el Golfo de México.
"Es cierto, no sabemos si esto es definitivo o apenas un respiro momentáneo. Pero, aun así, es un enorme alivio", dijo el experto en temas petroleros de la Universidad de Houston Don Van Niewenhuise, consultado por LA NACION.
Hasta ahora, en cada nueva mañana de los últimos tres meses había que contabilizar más de diez millones de litros de petróleo volcados al mar, arrojados por la plataforma averiada de la compañía BP (ex British Petroleum).
"Es un dato positivo", dijo el presidente Barack Obama cuando fue consultado sobre la novedad. "Pero estamos aún en la fase inicial de la prueba. Mañana [por hoy] les diré más", añadió.
No en vano el jefe de Estado fue particularmente cauto: ya van varias veces que su administración se desacredita con fallidos anuncios de la petrolera para frenar el vertido.
Esta vez, el anuncio de BP sobre el cierre de la fuga estuvo lejos de todo exitismo. "Queremos ser sumamente cautos. Hay que esperar a ver cómo evoluciona esto en las próximas horas", afirmó Douglas Suttles, jefe de operaciones de la empresa.
Considerado el mayor desastre medioambiental en la historia de Estados Unidos, el derrame del Golfo de México comenzó el pasado 20 de abril, cuando explotó una plataforma de BP.
Once personas murieron en el estallido, cuyas causas no se pudieron determinar. Y desde entonces se hizo incontenible el venenoso vertido de miles de barriles diarios de petróleo al mar.
El derrame afectó la vida de miles de personas en la costa del Golfo en Estados Unidos y causó la muerte de una vasta fauna marina a lo largo de la franja costera de los estados de Luisiana, Mississippi, Alabama, Florida y Texas.
"Es posible que nos espere el trabajo de más de una década para reparar el daño", dijo Van Niewenhuise. Un tercio de la explotación pesquera de la zona quedó de brazos cruzados.
La contención del vertido se logró luego de que los técnicos lograron colocar una sofisticada campana sobre el tubo que producía la pérdida.
La duda, y no es una duda menor, es si el intrincado conjunto de válvulas que se colocaron será capaz de soportar la enorme presión a la que tiene que hacer frente. Tanto por el vertido que contiene como por los 1500 metros de profundidad a que se encuentra.
"La idea es que se compensen", dijo uno de los técnicos que, a lo largo de la tarde, explicaron una y otra vez cómo funcionaba el sistema.
Otra de las dudas es por qué BP no fue capaz de apelar a una solución como ésta tres meses antes, cuando el desastre comenzó.
"No lo pudieron poner antes porque no lo tenían", admitió el almirante retirado Thad Allen, nombrado por Obama representante del gobierno en la operación.
La paradoja de la tarde fue que, a pesar del daño provocado, la cotización de BP ayer se disparó en Wall Street apenas se tuvo noticia de que fue capaz de frenar por primera vez el vertido. De hecho, los precios de algunos de sus productos financieros treparon hasta 10%, de acuerdo con los datos oficiales de mercado.
Todo eso pese a que la empresa aclaró que "si bien hemos cerrado el flujo, esto no quiere decir que sea una solución permanente".
Hasta ayer se había intentado llevar a cabo numerosas alternativas, pero ninguna llegó a buen puerto. Hace poco, BP barajó la posibilidad de una "explosión atómica" en el lecho del mar para que el revoltijo de arena que -naturalmente- provocaría en el fondo terminara por cubrir y cerrar el ducto de la pérdida.
La idea se desechó apenas la Casa Blanca oyó de ella. "Bueno, pero podríamos probar una explosión que no sea atómica", llegó a opinar el ex presidente Bill Clinton. La posición del gobierno fue la misma: no, no queremos explosiones. Queremos soluciones.
Anoche, millones de personas -entre ellas, pescadores- contenían el aliento. A ver si esta vez es verdad.
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