La construcción de Chihuido I producirá impactos difíciles de cuantificar en el centro de la provincia. Sólo se puede predecir que la vida en los parajes y pueblos cercanos a la obra ya no será igual.
Bajada del Agrio, junto a la nueva Quili Malal, será la localidad más cercana a la represa y albergará a habitantes de los parajes que serán cubiertos por el embalse.
Ese pueblo, emplazado al lado de las serpenteantes mansas aguas del río Agrio alberga a 1.500 personas. Está a unos 40 kilómetros de Zapala, por la Ruta NacionalProvincial 40. Con algunos tramos nevados, el camino es bueno.
Bajada del Agrio aparece detrás de una formación cerros cuyas capas geológicas surgen como rebanadas, a ambos lados de la ruta. Ya dentro del pueblo, la otra cara de la formación es ondulada, un sinfín de colinas.
El pueblo tiene calles de tierra flanqueadas por acequias y casas bajas de techos de chapa. Los álamos secos y plateados, en el invierno, parecen grandes espigas. Sólo la plaza tiene verde. Hacia el este, el fin del Bajada del Agrio está limitado por las chacras que dan al río, desde donde se toma el agua para el riego. La Ruta 14 bordea al caserío y se pierde paralela al Agrio, entre los cerros.
Las calles están desiertas. El único movimiento está en la Municipalidad. Allí los vecinos van a pagar los servicios o a ver al intendente Mario Castro.
¿Chihuido I cambiará la apacible vida del pueblo? Sus habitantes no saben cuál será impacto. Pero esperan que la represa sirva de reparación histórica para una localidad que quedó postergada por la nueva traza de la ruta. Antes era el paso obligado hacia el Norte.
Ninguna línea de colectivos llega a Bajada del Agrio. La única opción es un colectivo de un vecino que sale a las 7 para Zapala y vuelve a las 14. Y los domingos no trabaja. Los diarios y revistas tampoco llegan. Las maestras que viajan desde Zapala traen algún que otro ejemplar.
Y cuando crecen el arroyo Covunco y el Agrio, el pueblo queda aislado. No es fácil la vida en Bajada del Agrio.
“Acá tenés dos opciones: si no producís una chacra tenés que aspirar a un puesto en el municipio. Después están los crianceros”, resume Juan Carlos Huinca, quien trabaja en mantenimiento en la escuela primaria y por la tarde se dedica a su chacra.
Juan Carlos vivió toda su vida en el pueblo. “Soy hijo de papá chacarero y mamá mucama, somos ocho hermanos”, cuenta.
“Mi abuelo ya hablaba de Chihuido, esperemos que se haga, porque acá no hay trabajo, sobre todo para los más pibes que se tienen que ir del pueblo o hacer changas en la Municipalidad, porque los que producen las chacras son los más viejos”.
Juan Carlos, al igual que muchos de sus vecinos, cree que la obra de la represa servirá para paliar la desocupación, pero también tiene temores. “Espero que no nos pase lo que le pasó a Picún Leufú, que después de la obra quedó olvidada, porque aparentemente vamos a ser la cola de la obra”.
En Bajada del Agrio se produce verdura, forrajes y hortalizas que luego se venden a Loncopué, Chos Malal y Zapala.
La chacra de Juan Carlos tiene dos hectáreas. Por cuatro años produjo pasto, que vendió a razón de 18 pesos el fardo con un costo de seis pesos. Pero es hora de rotar. Ya aró el campo para sembrar papa, zapallo y cebolla. Un ingeniero agrónomo le dijo que la tierra es buena.
El hombre mira su campo con el mismo brillo en los ojos con el que ve a sus tres hijos de entre 5 y 12 años. “Ellos también se le animan a la chacra”, dice con una sonrisa. Y recuerda “nosotros éramos ocho hermanos, así que había que ponerle el pecho a la chacra”. Aunque dice que ahora los jóvenes no quieren saber nada con labrar la tierra.
La mujer de Juan Carlos es asistente dental, y está sin trabajo. Mientras convida unas empanadas de carne calientes, comenta que con Chihuido se podrán presentar proyectos para acceder a pequeños créditos. “Quiero presentar uno para poner un cyber con tres computadoras y cabinas telefónicas para arrancar, porque ahora sólo tiene Internet la Municipalidad y la escuela”, comenta.
La pelota y la tranquilidad
Cristian tiene 19 años. Ya terminó la escuela y no tiene trabajo. Mientras corta leña en el fondo de su casa, cuenta que se va a anotar en los cursos de capacitación que se van a dar en el municipio para que la gente esté preparada para cuando se construya la presa. “Me gustaría conseguir algo en albañilería”, dice, y asegura que no se quiere ir del pueblo.
A las tres de la tarde Cristian y otros 15 chicos se juntan a jugar a la pelota en una canchita con un solo arco, de tierra compactada. Es la única diversión que tienen los más jóvenes. Los grandes tampoco cuentan con lugares de esparcimiento, no hay ni siquiera un bar, y ni hablar de un restaurante.
Patricia es ama de casa y se muestra “muy contenta” con lo que parece ser la llegada de Chihuido, porque “va a haber trabajo”. Pero tiene miedo que se termine la tranquilidad del pueblo.
“Estoy preocupada porque va a venir tanta gente que esto no va a ser como ahora. Yo tengo hijos que son chicos y que los dejo andar por la calle sin problema”, relata. “Igual estoy muy contenta”, agrega.
A Daniel, que sale de “buscar una changa” en la Municipalidad, la construcción de la represa lo ilusiona. Tiene un bebé y esposa a quien mantener. Es joven y ya se ha tenido que ir a la capital a trabajar. “A mi me gusta vivir acá, en Neuquén tenés que andar cuidándote, no podés dejar nada abierto porque te roban”, aprecia.
El municipio es todo
El edificio municipal es el epicentro del escaso movimiento del pueblo. El ingreso da a una sala pequeña, con dos ventanas con cortinas rosas y dos escritorios; en uno se cobran los servicios y en el otro una secretaria atiende a los vecinos que van a ver al intendente. Hay unas ocho personas en la habitación, que no usan las sillas de plástico blancas disponibles.
Es un día agitado para el jefe comunal. Los empleados se han amotinado. Hacen reclamos salariales. Por eso cayó el gremio. El diálogo evita el conflicto. Por ahora.
“Acá la Municipalidad es todo”, arranca Castro. Dice que las cuentas le dan justo y que quedan muchas deudas sin pagar. Tiene 90 empleados y subsidia a otros 40 o 50 desocupados, a los que les da una suma de 300 pesos a cada uno.
Además recibe de coparticipación unos 240 mil pesos al mes, de los cuales el ISSN se le lleva 80 mil, más 125 mil pesos que le da la Provincia. Los ingresos van casi todos a sueldos y subsidios a desempleados. Si sobra algo se pagan deudas.
“Si no nos salva Chihuido estamos en la lona”, sentencia Castro. “Lo importante es que lo capitalice la gente de acá porque está duro”. El intendente asegura que hace unos meses pensó en renunciar, pero que ahora está más tranquilo, tiene un poco más de aire.
“Chihuido va a generar tres mil puestos de trabajo directos y más de mil indirectos. Creo por lo menos o 1.500 personas va a recibir Bajada del Agrio. No sabemos la magnitud que va a tener esto pero es la gran esperanza nuestra. La gente está muy esperanzada”, indica.
Y agrega que “a través de la Uocra estamos dictando cursos de capacitación. Ya hay unos 25 inscriptos. Es todo un tema porque cuando venga la empresa va a buscar gente capacitada no aprendices”.
“Está duro”, repite Castro. La sentencia se nota en el ánimo de los pobladores. Chihuido es la oportunidad que esperan con ansias y con preocupación. Bajada del Agrio aguarda el impacto.
Los beneficios de Chihuido
Cuando se construya Chihuido I, los habitantes de los parajes rurales Bajada del Puente, Villa del Agrio y Agrio del Medio deberán ser reubicados en Bajada del Agrio, cuyo ejido urbano será ampliado y remodelado.
El proyecto contempla la habilitación de nuevas tierras en la entrada al pueblo para reasentar a los nuevos habitantes y también para responder a la demanda que pueda surgir de un posible crecimiento poblacional.
Además están pautadas obras de ampliación en edificios educativos, de salud, seguridad, parador de transporte público y cementerio.
Y se contempla la ampliación de las redes de servicios: las redes de agua, luz, gas y comunicaciones.
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