El llamado telefónico, a las 6.30 de la mañana, alertó a la familia de Tadeo. “Por falta de agua se suspende el dictado de clases del turno mañana y tarde hasta que contemos con el servicio nuevamente”, explicó desde el otro lado de la línea una secretaria de la escuela Moreno, de Santa Fe.
La sensación de que algo estaba mal no tardó en llegar y sacudió el sueño de la madre del pequeño. La mujer, entonces, reorganizó su día y fue al súper a primera hora de la mañana. Ahí se encontró con una cola de quince personas que buscaban lo mismo: agua. Los clientes ignoraban las gaseosas y otras bebidas para cargar los changos con botellas de agua mineral transformadas en vedette de turno. Algunos de ellos llegaron a denunciar remarcaciones sorpresivas de precios a medida que la demanda crecía. Las radios acrecentaban el pánico. En todas las emisoras se hablaba de la sequía y nadie se animaba a pronosticar cuánto tiempo pasaría sin agua la ciudad. Esa fue una de las tantas historias que se vivieron hasta ayer en Santa Fe capital, que pasó casi 24 horas sin agua potable: una paradoja para un lugar rodeado por completo de ríos.
Fueron en total 500 mil las personas afectadas.
El caño maestro de la empresa provincial Aguas Santafesinas había dado un alerta 20 días atrás con una pérdida visible, pero al parecer nadie le prestó mayor atención. El viernes, finalmente, esa pérdida se convirtió en rotura y dejó, por ejemplo, al paciente Ignacio Bertorello sin la intervención quirúrgica que tenía programada, al igual que decenas de personas que debían someterse a distintas cirugías.
Los hospitales tenían aspecto cinematográfico: camiones cisterna iban y venían con agua para los internados y en algunos sanatorios se atendían solamente las urgencias. “Uno no le da importancia a estas cosas hasta que un día suceden y parece una película de cine catástrofe”, advirtió un hombre desde la cola de un supermercado del centro.
La sustancia elemental volvió recién ayer a la tarde. “Fue desesperante no tener agua, ver colas en los súper, que sólo entregaban dos botellas por persona. Para la nena, me arreglé con agua que tenía en la heladera. Sino iba a tener que comprar o pedirle a alguien”, dijo Natalia en su cocina, delante de una multitud de platos sin lavar.
Santa Fe tiene dos tomas. La principal, del río Colastiné, y la del riacho Santa Fe, que es secundaria pero hace un tiempo es la única que provee el agua a la planta. Fuentes de la empresa explicaron a Clarín que “la toma del Colastiné no funciona porque el estacado que se hizo para defensa del lugar produjo un socavón en la propia toma que pone en riesgo de derrumbe al caño maestro”. Las mismas fuentes reconocieron que con la nueva traza de la avenida Alem, una llave exclusa quedó debajo del hormigón y no la pueden cerrar por lo que queda inutilizada la toma del Colastiné. El caño roto, a 3 metros de profundidad, es de plástico. Fue puesto en 1980. Se lo considera un caño joven. Ayer, el ministro de Servicios Públicos y Medio Ambiente, Antonio Ciancio, responsabilizó “a los últimos 24 años de gobierno peronista por falta de infraestructura”. Intentaba encontrar un responsable político para la jornada caótica que terminaba de vivir.
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