Desde abril, cuando la Corte Internacional de Justicia de La Haya concluyó que la planta UPM (ex Botnia) no contamina y ordenó a ambos gobiernos el control conjunto del río Uruguay para prevenir daños en el medio ambiente, José Mujica parece tener más apuro que Cristina Kirchner en resolver el entuerto. El gobierno de Uruguay debe acordar el monitoreo con el argentino, pero el argentino, a su vez, debe aplicar en Gualeguaychú la teoría de las ventanas rotas.
¿De qué se trata esa teoría? En 1969, Philip Zimbardo deja abandonado un coche con las placas arrancadas y las puertas abiertas en las peligrosas calles del Bronx, en Nueva York. Lo desmantelan en menos de 10 minutos. En un par de días pierde todos los objetos de valor. Termina destruido. En forma simultánea, el psicólogo de la Universidad de Stanford deja abandonado otro coche en condiciones parecidas en las calles de un lujoso barrio de la ciudad de Palo Alto, en California. No pasa nada durante la primera semana. Permanece intacto.
Entonces ¿los ricos respetan más la propiedad privada que los pobres? Zimbardo quiere averiguarlo. Le hace un par de abollones y, con un martillo, le rompe una ventanilla del coche de Palo Alto. En cuestión de horas queda como el coche del Bronx.
Moraleja: una vez que comienzan a desobedecerse las normas que procuran fijar el orden de una comunidad, la mala conducta se contagia con sorprendente facilidad. Del experimento de Zimbardo surge la teoría de las ventanas rotas, publicada en 1982 por James Q. Wilson y George L. Kelling en The Atlantic Monthly .
"Consideren un edificio con una ventana rota -explican-. Si la ventana no se repara, los vándalos tenderán a romper unas cuantas ventanas más. Finalmente, quizás hasta irrumpan en el edificio, y si está abandonado, es posible que sea ocupado por ellos o que prendan fuego adentro."
La gente actúa de ese modo no sólo porque puede ser divertido romper ventanas, sino, también, porque las ventanas rotas permiten inferir que nadie se preocupa por el deterioro del edificio. No aplica esta teoría el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, en 1994, con su política de tolerancia cero para combatir el delito. ¿Habría servido para atenuar los reclamos de los asambleístas de Gualeguaychú, antes alentados por Néstor Kirchner?
Acuerdo
El acuerdo fogoneado ahora por los cancilleres Héctor Timerman y Luis Almagro prevé la creación de un comité científico que hará el monitoreo del río con la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU). ¿Desactivarán ambos gobiernos, sobre todo el argentino, la protesta de los asambleístas, centrada durante tres años y medio en mantener cortado el puente internacional San Martín hacia la ciudad uruguaya de Fray Bentos?
Los autores de la teoría de las ventanas rotas aconsejan arreglar el problema cuando aún es pequeño. En Gualeguaychú, Néstor Kirchner ha justificado el bloqueo del puente como un apéndice de la libertad de expresión. La intención de Cristina Kirchner de aceptar el veredicto de La Haya y volver todo a foja cero ¿significaría, acaso, una violación de ese derecho?
En algún momento, más allá del acuerdo con Mujica, el gobierno argentino debe prestar atención a las ventanas rotas. Los asambleístas de Gualeguaychú pueden creer que es normal el estado en el quedan los coches en el Bronx y Palo Alto. Sería insistir en el error y, a su vez, intentar justificarlo, como el bloqueo de cualquier puente.
"No es histórico, sino un día de historieta"
Mujica evitó mostrar un ánimo festivo y afirmó que "seguramente surgirán otros problemas"
Nelson Fernández
Sólo un gobierno que está convencido de que la planta no genera contaminación acepta firmar lo que ayer suscribió el presidente uruguayo, José Mujica, con su colega argentina, Cristina Kirchner, aseguraban ayer en el entorno del mandatario oriental. No hubo ánimo festivo por el acuerdo, que aparece como punto final de un largo conflicto binacional.
En la coalición de izquierda gobernante hubo dos tipos de sensaciones. Los más cercanos al ex presidente Tabaré Vázquez lamentaban que se hubiera perdido tanto tiempo y se hubiera sufrido hasta un bloqueo de paso fronterizo para terminar con un monitoreo compartido, como se había planteado en 2004 y acordado en principio. Los más cercanos a Mujica se mostraban satisfechos, pero con cautela.
Al regresar a Montevideo, el propio presidente uruguayo dijo que se termina un diferendo, pero "seguramente van a surgir otros", y fue prudente al definir la jornada: "No es un día histórico; es de historieta", dijo.
Luego de sellar el acuerdo con la Argentina, el canciller oriental, Luis Almagro, convocó a los líderes de la oposición para explicar los detalles. Pero Mujica optó por ir al Palacio Legislativo a presenciar la interpelación que un opositor realizaba a su ministro del Interior, Eduardo Bonomi, por la tragedia de una cárcel del interior, donde por un incendio murieron ocho reclusos.
Sobre el acuerdo de ayer, Mujica dijo que fue fruto de una "paciente negociación" y advirtió que venía trabajando desde hace "mucho tiempo", incluso desde antes de asumir como presidente, en "tratar de crear un clima que ayudara, porque no se puede negociar en un clima de reproches". Recordó, además, una de sus clásicas frases para mostrar la importancia de tener buena relación con la Argentina: "Los países no se mudan".
En Uruguay consideran que el ingreso en la planta de UPM (ex Botnia) debe realizarse con las garantías de que el interés será científico y de control ambiental, y que en los hechos se hará lo mismo que se efectúa ahora, pero con una representación técnica de la Argentina.
Al volver al país, Mujica dijo que siempre confía en el "cultivo de las relaciones personales" y destacó que eso se basa en la "subjetividad humana" porque "los expedientes no negocian, los diccionarios no negocian". Finalmente, destacó su tarea: "La relación no cayó del cielo".
El ex presidente Jorge Batlle, en cuya gestión se dio el aval para la instalación de Botnia, le había deseado por la mañana "suerte" a Mujica para este final de la negociación.
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