"Los seres humanos somos esencialmente agua", afirmó el embajador de Bolivia ante las Naciones Unidas, Pablo Solon, y con esa frase inauguró su intervención para defender la iniciativa, para luego subrayar todos los problemas de salud derivados de la falta de agua potable.
"Cada año más de tres millones y medio de personas mueren por enfermedades transmitidas por agua contaminada. La diarrea es la segunda causa más importante de muertes de niños por debajo de los cinco años", recordó, además de relacionar la carencia con los altos índices de mortalidad infantil: "Cada tres segundos y medio muere un niño porque no tiene agua limpia", señaló.
La resolución, no vinculante en el marco del derecho internacional, fue respaldada por 122 de los 163 participantes de la asamblea en la que se discutió la propuesta boliviana. Los votos favorables llegaron, en su mayoría, de representantes de países en vías de desarrollo.
Si bien la propuesta no cosechó votos en contra, sí recibió 41 abstenciones, ante todo de países desarrollados. "La resolución describe un derecho al agua (...) de una forma que no refleja el derecho internacional", dijo John F. Sammis, el representante norteamericano ante la ONU. "Por esas razones, Estados Unidos se abstendrá en esta votación", agregó.
El cumplimiento del derecho, ahora humano, al agua potable no es exigible por ley ni siquiera para los signatarios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ratificada por los 192 países miembros de manera automática cuando ingresan a Naciones Unidas.
Sin embargo, la declaración como tal tiene un alto valor simbólico e influye en la política de la ONU y de varios países.