Tiempo atrás, durante un cónclave organizado por entidades empresarias, se realizó un estudio sobre los motivos por los cuales mucha gente residente en el interior de la provincia dejaba esos lugares para dirigirse al Gran Mendoza, en la búsqueda de mejores posibilidades económicas.
Con un agravante: como sus conocimientos laborales sólo se limitaban a la actividad en el campo, la emigración hacia la ciudad lo único que provocaba es que continuaran ampliándose las villas inestables que pululan en los distintos departamentos.
Ante la consulta sobre los motivos que los llevaban a tomar esa decisión, las respuestas de los propios habitantes fueron coincidentes. No contaban con los servicios básicos esenciales; existían enormes problemas de transportes porque no hay servicio público de pasajeros; las rutas en mal estado y de tierra quedan intransitables cada vez que llueve; están lejos de escuelas, centros de salud y el futuro laboral se les acota en razón de que no pueden ampliar sus conocimientos.
El problema afecta sin dudas a la casi totalidad de los departamentos rurales de la provincia y los propios empresarios coincidieron en que debían buscarse soluciones, señalando inclusive que estaban dispuestos a trabajar, en ese sentido, en conjunto con las autoridades del Poder Ejecutivo.
Dentro del marco señalado, aparece como oportuna y positiva la decisión del Gobierno provincial, junto a la Municipalidad de Lavalle, de extender el servicio de agua potable a lo largo de un acueducto de 170 kilómetros por zonas desérticas de ese departamento, para llevar el líquido elemento, en forma directa, a 150 familias que estarán conectadas a la red e indirecta a aproximadamente 3.500 habitantes de las adyacencias, mientras paralelamente cuatro escuelas se verán favorecidas, ya que hasta el momento debían surtirse del agua que era transportada por camiones de la comuna y hasta en bidones llevados por las propias docentes.
Se trata, según se indicó, de la primera etapa de la obra que conecta la perforación de Gustavo André con las localidades de San José, Asunción, El Retiro, reserva Telteca y San Miguel, como también las escuelas de El Cavadito, La Majada, El Puerto, San Miguel y El Retamo.
Las autoridades señalaron entonces que se están iniciando las obras de la segunda etapa, que incluye otros 100 kilómetros de tuberías para llegar desde San José a Lagunas del Rosario y desde San Miguel a El Retamo, El Forzudo y Arroyito, estimando que el plazo de ejecución será de 4 meses, mientras está pronta la licitación de la última etapa del proyecto, que incluye la construcción de reservorios en distintos lugares, la colocación de estaciones de bombeo, la realización de una nueva perforación en el carril San Pedro y otros 48 kilómetros de cañerías con numerosas conexiones domiciliarias.
No quedan dudas de que las obras realizadas contribuirán a mejorar la calidad de vida de miles de habitantes del desierto y provocarán que puedan cubrir una de las necesidades básicas, como es el agua potable.
Pero debería constituir sólo la primera etapa de una tarea que tendría que cumplimentarse con la posibilidad de generar inversiones que permitan ampliar las posibilidades laborales a los habitantes de la zona. Será la única forma de lograr un crecimiento coherente y necesario para sectores rurales que permanecieron olvidados durante décadas.
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