Ayer fue el viernes más negro de la historia meteorológica rusa, que hizo de la capital asediada por los incendios un invernadero de 36 grados cubierto de una densa niebla de humo acre y nocivo.
Todo se siente como un fuerte peligro sobre la gente. El frente de los incendios crece, así como el número de victimas fatales, que suman ya 52. Pero la línea de riesgo se acerca. Las tropas del ejército trabajan en la deforestación para crear un anillo de protección en torno al centro de investigación nuclear militar de Sarvo, 500 kilómetros al este de Moscú y evitar por todos los medios que lo devore el fuego. La Protección Civil de la capital lanzó un llamado a los voluntarios y ya hay más de 150 mil hombres cortando árboles, quitando matas, pero parecería que esa enorme fuerza es insuficiente.
El Ministerio de Defensa informó que el fuego ha obligado a trasladar armamento militar y delicados misiles en la base de Alabinsk, cerca de Forminsk, a unos 70 kilómetros al suroeste de Moscú. Los incendios que rodean a la capital rusa han destruido en las últimas horas una base naval y otra de paracaidistas cerca de Moscú.
El gobierno ruso alertó sobre el peligro que suponen las llamas cerca de centrales nucleares, que pueden generar partículas ácidas en la atmósfera en una situación similar a la que se vivió en 1986 tras el desastre de Chernobyl.
Los incendios causados por la peor ola de calor de los últimos 130 años, además de las víctimas fatales, han obligado a una masiva evacuación. El denso humo hacía que ayer las agujas del Kremlin, donde se canceló incluso el histórico cambio de guardia, fueran apenas sombras, como las cúpulas de la catedral, mientras los siete rascacielos stalinianos parecían siniestras siluetas en la niebla.
La situación fue mucho peor ayer que el miércoles, tras la tregua del jueves y los ilusorios truenos y relámpagos de la noche. Por primera vez, también los aviones tuvieron problemas para aterrizar y al menos 80 tuvieron que desviarse , evitando los aeropuertos de Vnukovo y Domodiedovo, donde un centenar de vuelos sufrieron retrasos.
El viernes, un día de características surrealistas, que para el 10 por ciento de los rusos marcó el comienzo del fin del mundo, las autoridades sanitarias invitaron desde los medios a permanecer en las casas, aunque casi ninguna tiene acondicionadores de aire.
El monóxido de carbono supera cinco veces el umbral de seguridad, transformando la ciudad en una suerte de enorme cámara de gas. El presidente Dmitri Medvedev admitió que el aire es “sofocante e irrespirable”, e invitó a los ciudadanos a “dar pruebas de paciencia por la monstruosa” situación.
En julio la mortalidad relacionada con el calor, según las oficinas públicas, aumentó 50 por ciento (5.000 víctimas más), causando problemas para realizar funerales y cremaciones. La nube de humo que oprime a los más de 10 millones de habitantes de la capital, es extensa y amenazante: vista desde los satélites de la NASA tiene 3.000 kilómetros de largo y cubre gran parte de la Rusia europea , afectada por el calor desde hace más de un mes y desde hace dos semanas por incendios forestales y de turbas que amenazan las centrales atómica, destruyen centenares de casas y obligan a evacuación. La crisis es tal que Moscú se vio obligado a suspender hasta fin de año la venta de cereales como el trigo por la amenaza que pende sobre la cosecha.
Salir, aunque sea por poco tiempo, equivale a fumar un paquete de cigarrillos, con el riesgo de sufrir dolor de cabeza de inmediato, dolor de garganta y náuseas. Algunos negocios cierran por “zharka” (calor) y en muchas oficinas invadidas por el humo a los empleados se les permite regresar a casa.
Mientras tanto, crece entre los moscovitas la carrera en busca de mascarillas , en particular entre las mujeres, las más vistas haciendo fila en las farmacias. “No se si funcionarán, pero no tenemos otra cosa para defendernos”, contó Irina, de 30 años. “Hacen sudar más, pero al menos espero no respirar esto”, comentó Elena, de 50.
Los farmacéuticos confirman que las ventas se triplicaron en estos últimos días, y el ministro del Interior decidió enviar 200.000 barbijos a las regiones más afectadas. Por otra parte, ya no es posible conseguir siquiera un ventilador , ni aún con precios aumentados por la demanda y la especulación. “Para los próximos hay que esperar al menos una semana”, admitió un vendedor, Alexiel, tras un rápido control en Internet.
Pero el humo, que bajó también a los túneles del metro, tanto que impide a los conductores ver los últimos vagones, no permite esperas. Muchos prefirieron huir a sus “dachas”, donde el aire parece más respirable porque está menos contaminado por el tránsito.
Los únicos resignados son los obreros centroasiáticos de las obras en construcción, que siguen trabajando bajo el calor y sin mascarillas. “Nos consideran esclavos, nos dijeron que trabajemos igual”. “¿Qué podemos hacer?”, comentó un joven kirguis.
“La situación es monstruosa”, dice Medvedev
El presidente ruso, Dmitri Medvedev, calificó como “monstruosa” la situación que vive su país desde hace varios días por la ola de calor y los incendios.
“Realmente uno se sofoca, el aire es irrespirable” , dijo durante la visita a una central de emergencias médicas.
“Espero que, al final, todo termine bien, incluso si ahora la situación no es fácil”, admitió.
Anoche (por el jueves) “estaba mejor, y me estaba alegrando. Pero hoy (viernes) me desperté y la situación era monstruosa”, comentó. “Sin duda, no somos los que decidimos, sino allí arriba”. sostuvo e invitó a los rusos a “dar prueba de paciencia”.
Por su parte el funcionario moscovita de emergencias Yuri Besedin explicó que “los récords de temperatura fueron superados.
El país nunca ha visto una situación como ésta y no tenemos experiencia de trabajar en estas condiciones’’.
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