Rusia decretó la emergencia en un centro de procesamiento de desechos nucleares en los Urales, amenazado por los incendios que devoran los bosques del país y cuyas emanaciones, sumadas a la ola de calor, duplicaron la mortalidad de Moscú.
La mortalidad en Moscú se ha duplicado durante la ola de calor que se inició en julio, según reconoció ayer el responsable de la sanidad municipal, Andréi Seltsovsky. En circunstancias normales, entre 360 y 380 personas fallecen cada día en la capital, pero esta cantidad ahora es de cerca de 700, reveló el funcionario durante una rueda de prensa. Sus declaraciones, que no atribuyeron directamente el incremento al calor y la contaminación, motivaron sin embargo una airada reacción del Ministerio de Sanidad de Rusia, que pidió explicaciones oficiales sobre estas cifras. Los depósitos de cadáveres de Moscú tienen 1.500 plazas, de las cuales 1.300 estaban ocupadas, señaló Seltsovsky. Las autoridades descartaron declarar el estado de excepción y el vicealcalde, Vladímir Resin, anunció que las policlínicas funcionan las 24 horas. "La situación está bajo control", dijo.
Por la tarde, el sol apareció de nuevo en Moscú cuando una ligera brisa comenzó a disolver la neblina tóxica, que había sido muy densa por la maña-na. Sin embargo, la contaminación procedente de incendios, vehículos e industrias se mantendrá en los próximos días. Las temperaturas solo remitirán levemente desde el miércoles, siempre por encima de los 30 grados, y no puede esperarse un descenso radical hasta finales de mes, según los pronósticos. El jefe del Servicio Estatal de Meteorología, Alexandr Frolov, dijo que esta es la peor ola de calor en mil años de historia.
Las autoridades de Cheliabinsk, en los Urales, a 2.000 km al este de Moscú, revelaron ayer que el viernes habían decretado el estado de emergencia en torno al centro de almacenamiento y tratamiento de residuos nucleares de Maiak. "El jefe de la administración decretó el 6 de agosto el estado de emergencia en los bosques y los parques de la ciudad de Ozersk (donde se encuentra el complejo nuclear), a causa de la propagación de los incendios", según un comunicado publicado. Maiak, capaz de tratar 400 toneladas de combustible al año, fue escenario en 1957 de una de las principales catástrofes nucleares en la Unión Soviética.
Por otra parte la situación se normalizaba ayer en las inmediaciones del Centro Nuclear Federal de Sarov (al este de Moscú), que volvía a funcionar con normalidad, y no había incendios que amenazaran la zona de la provincia de Briansk (al suroeste) donde hay enterramientos de equipos radiactivos procedentes de la averiada central nuclear de Chernóbil. Sin embargo, había un incendio a 15 kilómetros de Snezhinsk, otra gran instalación de la industria de Defensa situada en Cheliabinsk, en los Urales.
Muchos moscovitas culpan de la situación al gobierno, afirmando que éste no está haciendo lo suficiente para protegerlos del humo y el calor. El ministro de Situaciones de Emergencia, Serguei Shoigu, prometió que los incendios en las afueras de Moscú se terminarían en una semana, aunque la situación no parece mejorar.
El jefe del Gobierno, Vladímir Putin, anunció un aumento de las indemnizaciones a los damnificados, mientras comenzaban a funcionar las cámaras de video instaladas en los solares donde se construyen casas para ellos, con el fin controlar directamente las obras para asegurar que estas se realizan con celeridad y están listas para el otoño. Putin anunció también que la prohibición de exportar cereales no será levantada próximamente. El Ministerio de Agricultura corrigió a la baja el pronóstico de la cosecha, que ahora es de 60 a 65 millones de toneladas.
El código forestal en la mira
Los incendios van a suponer una cuantiosa factura para Moscú, pero el problema principal no es tanto financiero como de gestión y organización. El equipo dirigente del Kremlin ignoró en su día las numerosas críticas de los ecologistas al nuevo código forestal. Este documento básico culminó el desmontaje de la legislación soviética centralizada y legitimó un complejo sistema de distribución de competencias entre autoridades federales y regionales. La financiación disminuyó, el número de guardabosques se redujo a la mitad, las competencias se fragmentaron y el resultado ha sido que Rusia no estaba preparada para la catástrofe que se le ha venido encima. La descoordinación es tal que las instituciones involucradas en la extinción de incendios forestales no comparten sus fotos aéreas porque están acostumbradas a venderlas, y Rusia se ve obligada a utilizar satélites estadounidenses para vigilar sus bosques, según dijo Yevgueni Schwarz, del WWF, en la emisora Eco de Moscú. Medios especializados opinan que los incendios incluso pueden resultar una bendición para muchos empresarios y funcionarios locales implicados en talas ilegales de bosques, aunque resultará imposible demostrar si las ha habido sobre el suelo calcinado. Analistas que han revisado el proceso de aprobación del código forestal en el Parlamento ruso en 2006 señalan que la mayoría de las regiones prefirieron callar o no se expresaron claramente en sus dictámenes sobre el código, probablemente por no enfrentarse con el Kremlin, ya que los gobernadores, al ser nombrados y no elegidos, responden a Moscú.
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