Rusia, el tercer productor mundial de trigo, podría extender al año próximo una veda de exportación de granos, debido a que la peor ola de calor registrada en la historia reciente destruyó grandes extensiónes de cultivos.
El gobierno decretó la semana pasada la suspensión de las ventas hasta fines de 2010, pero ayer el primer ministro, Vladimir Putin, afirmó que las pérdidas en la cosecha serían mayores a la esperada y advirtió: “Si alguno está esperando el 31 de diciembre está esperando en vano. La decisión sólo será tomada luego de que los resultados de esta campaña de recolección estén claros”.
Analistas estimaron que la cosecha de trigo de Rusia podría caer en cerca de un tercio, a 43,5 millones de toneladas.
Aunque los precios del trigo cayeron ayer, se mantenían en su nivel más alto en casi dos años, tras aumentar en un 70% desde los mínimos de junio por preocupaciones sobre los efectos de la sequía en los campos de Rusia.
El rublo ruso recortó parte de sus recientes ganancias pese al alto precio del petróleo, que registraba un valor de u$s 80 el barril.
Estado de alerta
Ante la propagación de los incendios forestales –que cubren 1.740 kilómetros cuadrato, más que el área del Gran Londres–, las autoridades rusas decretaron el estado de emergencia en torno al centro de tratamiento y almacenamiento de residuos nucleares de Maiak, en la región de Cheliabinsk, 2.000 kilómetros al este de Moscú.
Ya a finales de la semana pasada, el Ministerio de Defensa debió trasladar armamento militar y delicados misiles en la base de Alabinsk, cerca de Forminsk, a unos 70 kilómetros al suroeste de Moscú.
Frente a este panorama, la solidaridad internacional se hizo presente: Estados Unidos envió un equipo de asistencia en desastres en el extranjero para que ayude a sofocar los incendios.
Muertes y críticas
La ola de calor y el hollín ha casi duplicado la tasa de mortalidad, dijo ayer un funcionario de Moscú.
“La tasa promedio de mortalidad en la ciudad es entre 360 y 380 personas diarias. Hoy estamos alrededor de las 700”, analizó Andrei Seltsovsky, jefe del departamento de salud. “Hay 40 grados en la calle, las personas se ahogan como moscas y nadie hace preguntas”, agregó. Las morgues están desbordadas.
Estos datos contradicen las estimaciones oficiales que cifran en 52 los muertos por la catástrofe, dato que generó sospechas de un encubrimiento al mejor estilo soviético frente a las críticas.
Un médico de una clínica de Moscú que no quiso ser identificado dijo a Reuters que la administración del centro médico bajó órdenes al personal para que no ligara las enfermedades de los pacientes con el calor.
Ante este escenario, todos quieren alejarse del infierno ruso. El presidente Dmitri Medvédev viajó ayer a la república secesionista de Abjazia y quedó momentáneamente alejado de los problemas de gestión que padece el país. Y el alcalde de Moscú, Iuri Lujkov, generó una polémica porque no quiso interrumpir sus vacaciones, alegando haberse herido mientras hacía deporte.El humo negro ocasionó serios disturbios en el flujo del tráfico aéreo ruso. En Domodedovo, al sur de la capital, el aeropuerto más afectado por la enorme nube de color ocre, fueron retrasados decenas de vuelos y apenas un par de aviones se las ingeniaron para aterrizar.
La semana pasada cuando estalló el incendio, se debieron cancelar 60 vuelos y el aeropuerto vaticina que esta semana no será distinto.
“Estamos en el epicentro del humo”, declaró Elena Galanova, portavoz de la terminal . La vocera agregó que Domodedovo había pedido a las aerolíneas destinar, para los vuelos con destino a la capital rusa, pilotos capaces de volar con una visibilidad mínima.
Otro aeropuerto internacional, el Vnukovo, ubicado en el suroeste, también sufrió demoras, aunque el impacto del humo parecía menos grave.
Hasta el momento, el único aeropuerto que no vio restringida su actividad aérea fue la terminal internacional de Pulkovo.
En Moscú en cambio, los aeropuertos seguían registrando retrasos.
Varios vuelos se quedaron varados en tierra mientras otros se desviaron a distintos aeropuertos y ciudades vecinas. Algunos fueron a parar incluso a Kiev, la capital de Ucrania o Minsk, Bielorrusia.
La NASA ha constatado que las columnas de humo de los cientos de incendios registrados han llegado a más de doce mil metros, alcanzando así la estratosfera, y se parecen a las que arrojan los volcanes en erupción. Desde el espacio se divisa una nube de humo de 3.000 kilómetros de longitud en horizontal.
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