Parece ser que en Rusia ha arraigado la mala costumbre de considerar las heladas invernales y las temporadas de calor veraniego como calamidades totalmente inesperadas.
El invierno deja un rastro de tuberías averiadas, casas y barrios enteros que se quedan sin calefacción central. El verano suele venir acompañado de la habitual ola de incendios forestales. Este verano, en concreto, ha sido caluroso en grado extremo, y los incendios han llegado a ser una verdadera catástrofe nacional que ha dejado una luctuosa lista de muertos, heridos graves y miles de personas sin techo. En principio, las autoridades están tomando medidas de urgencia para atajar el problema, el vicepresidente del Gobierno de Rusia, Víctor Zubkov, propuso incluso prohibir las visitas a los bosques para evitar el riesgo de incendio.
Sin embargo, hay expertos que aseguran que, de haber sido tomadas las medidas adecuadas con anterioridad, este drama podría haberse evitado o, al menos, minimizado.
Las imágenes de la lucha contra los incendios recuerdan los reportajes de guerra. De acuerdo con los datos del Ministerio de Situaciones de Emergencia de Rusia, el fuego hasta ahora ha destruido 128 mil hectáreas de territorio, 2.210 personas se han quedado sin techo y se han producido 34 víctimas mortales. En la extinción de los incendios participan efectivos del Ministerio de Situaciones de Emergencia y del Ministerio de Defensa, unos 165.000 en total. Disponen de 200 unidades de equipo técnico especializado, así como de 14 aviones y helicópteros.
Un batallón especial de la Región Militar de Moscú ha colocado ya 7 km de tuberías de los 20 inicialmente planeados, cosa que ha permitido que el agua llegue a los puntos más afectados. Hay muchos voluntarios que también colaboran con los bomberos profesionales en la lucha contra el fuego. Los habitantes de los poblados cercanos a las zonas de incendio han formado sus equipos de vigilancia contra el fuego y se encargan de detectar y abortar todos los nuevos focos, antes que amenacen a sus viviendas.
Pero la situación tiene un tinte aún más amargo por la sencilla razón de que muchos de estos incendios se podían haber evitado, si se hubieran tomado las medidas necesarias a su debido tiempo. El peligro que representan los yacimientos de turba es un hecho de sobra conocido por todo el mundo y, en primer lugar, por las autoridades. Hace años, estas reservas eran una fuente de energía muy importante para la provincia de Moscú. Sin embargo, con el comienzo de la era del petróleo acabaron por ser abandonadas. Las altas temperaturas de los veranos muy calurosos causan autocombustión en las masas de turba... Nadie ha tomado medidas para terminar con esto.
La decisión más fácil, y la primera que viene a la mente, es la de inundar las zonas de yacimientos de turba. Los ecólogos coinciden con que esto es imprescindible y no sólo por el riesgo de incendios forestales. No obstante, el gobierno, durante largos años, optó sencillamente por ignorar la cuestión. Últimamente esta solución se ha visto complicada por problemas de índole económica: el proceso de inundación es bastante costoso y, además, requiere un equipo especial que habría que adquirir en el extranjero.
Por otra parte, sería necesario crear una nueva infraestructura de mejora de los suelos, "que dejó de existir hace mucho", apuntó en la rueda de prensa celebrada en RIA Novosti el director del Instituto de para problemas de agua (Academia de Ciencias de Rusia), Víctor Danilov-Danilián. El parque móvil especializado en estos menesteres fue suprimido hace más de 20 años".
El proceso de inundación podría ser llevado a cabo en varias etapas, siendo tratados y aislados, en primer lugar, los territorios cercanos a las zonas residenciales. El coste no sería demasiado elevado. En opinión de Danilov-Danilián, unas medidas preventivas básicas supondrían un gasto de unos 500 millones de rublos (1 dólar equivale a 29,8 rublos). Cantidades sensiblemente superiores se han asignado a apoyar a algunas empresas durante la crisis financiera. Tampoco se superarían las habituales cifras dedicadas a las subvenciones a ciertas repúblicas del sur del país.
En cualquier caso, hay que señalar que se trataría de cifras mínimas y que serían insuficientes en caso de que el verano fuera más seco de lo previsto. En caso de sequías severas, la suma mencionada se elevaría unas 10 veces, es decir, hasta los 170 millones de dólares. "Estas medidas no solucionarían el problema del todo, pero garantizarían la adopción de las medidas más urgentes e imprescindible a día de hoy", asegura el científico.
Lógicamente, los mencionados 170 millones de dólares tampoco serían para nuestro Estado un gasto imposible de asumir. Sin embargo, no se ha tomado ninguna medida preventiva ni se ha desarrollado ningún plan para inundar estos problemáticos territorios. Por lo visto, no se trata del dinero, sino de la falta de voluntad política, de la concienciación de un problema muy serio y del necesario grado de organización para solucionarl |
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