Los socorristas chinos intentaban vaciar un lago formado tras los deslizamientos de tierra en la provincia de Gansu, que han causado la muerte de más de 700 personas, en momentos en que se pronosticaba una nueva tormenta tropical.
En una región aislada de esta provincia, cuya población incluye un tercio de tibetanos, unos 10.000 soldados y socorristas seguían buscando señales de vida en montañas de barro.
No obstante, 72 horas después de la catástrofe del sábado, hay pocas posibilidades de encontrar personas vivas. El número de desaparecidos se estima en unos mil.
En un hotel inundado se logró rescatar a un hombre de 50 años que sobrevivió comiendo fideos secos durante tres días. Wang Dianlan recién empezó a pedir auxilio el miércoles, cuando se quedó sin comida. Se lo encontró deshidratado, pero en estado estable, indicó la agencia de noticias Xinhua.
En momentos en que se acerca el tifón Dianmu, que acaba de causar cinco muertos en Corea del Sur, y se pronostican nuevas lluvias torrenciales, los soldados chinos tratan de desobstruir el curso del río Bailong. Montones de rocas impiden el paso del agua que se acumuló y, si se desmoronaran, provocarían una nueva catástrofe.
Las autoridades provinciales afirmaron haber logrado hacer bajar a la mitad el nivel del lago artificial y haber ordenado la evacuación de las zonas más expuestas.
Las aludes de lodo sepultaron una franja de 5 km de largo y 500 metros de ancho con un altura que llegó, en algunos lugares, hasta la tercera planta de los edificios.
China enfrenta este año inundaciones de una magnitud sin precedentes en una década, que ya dejaron 2.100 muertos y obligaron a evacuar a unas 12 millones de personas, principalmente en el sur y en el centro del país, y ahora también en el noroeste.
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