De acuerdo a un informe de la Liga de defensa del Medio Ambiente (Lidema) más del 60 por ciento de los suelos del departamento de Tarija están afectados por la desertificación.
“Tarija está afectada por desertificación, y más severamente el Valle Central, por su característica geológica, en tanto que en otras eco-regiones, como la Puna y el Chaco, los procesos de degradación se han intensificado por el sobre-pastoreo y al avance de la frontera agrícola”, aseguró Freddy Orellana, coordinador departamental de Lidema en Tarija, en la revista Hábitat, que publica esa red de 27 instituciones ambientalistas.
“La degradación de las tierras áridas, semiáridas y zonas sub-húmedas secas, o desertificación, afecta el desarrollo de los cultivos, haciéndoles perder su capacidad de absorción de humedad, disponibilidad de nutrientes y materia orgánica”, manifestó Orellana.
La desertificación se intensifica en la región, porque los suelos son utilizados por encima de su capacidad, debido a la falta de instrumentos de planificación del territorio como los Planes de Ordenamiento Territorial, Planes de Uso del Suelo y su definición a escala local agregó.
De acuerdo con datos del Programa Ejecutivo de Rehabilitación de Tierras de Tarija (PERTT), el 70 por ciento de las tierras de la cuenca del río Guadalquivir se encuentran afectados por un fuerte proceso de erosión.
ESCASEZ DEL AGUA
Orellana afirmó que otro problema que afecta a la región es la “disminución de fuentes de agua dulce, sobre todo en zonas semiáridas del departamento que, hidrológicamente, está estructurado en tres cuencas: la del río Pilcomayo, la del río Bermejo y la cuenca endorreica de Tajzara.
Por otro lado, el estudio “Zonificación Agroecológica y Socioeconómica del departamento de Tarija” realizado por ZONISIG, señala que el análisis de las aguas de estos ríos reportan niveles altos de elementos tóxicos, que pueden causar vómitos, diarrea, afectar funciones psicomotoras y ser cancerígenos. Asimismo, un muestreo de agua y sedimentos de los ríos San Juan del Oro, Camblaya, Pilaya y Pilcomayo en las cercanías de la comunidad de Puerto Margarita, confirma la presencia de metales pesados como el manganeso, cadmio, plomo, zinc y cianuros, en niveles que rebasan los máximos permisibles de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las normas vigentes para agua de riego.
“Es necesario reencaminar la gestión ambiental, desde los nuevos territorios con administración autónoma, con mejores oportunidades de aplicar las normas, encaminando a restaurar los procesos de degradación de tierras de este ecosistema e incorporando estrategias para la adaptación al cambio climático”, aseguró Orellana.
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