Según los indicios geológicos, hace un millón de años, los ríos Paraná y Uruguay fueron un mismo curso de agua. Y como este hecho, encontraríamos otras transformaciones que el paso del tiempo produjo en la región.
¿Cuánto conocemos del río Paraná, que con nacimiento en Brasil recorre longitudinalmente el territorio argentino hasta su desembocadura en el Río de la Plata y bordea en forma total la provincia de Santa Fe?
Con seguridad mucho menos de lo que deberíamos de este gigante de aguas turbias que, junto con su afluente más importante, el río Paraguay y con el Uruguay, conforman el Sistema Fluvial del Río de la Plata.
Sobre la Cuenca del Plata reside más del 50 % de la población de Bolivia, Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina y si bien es menor en dimensiones a la Cuenca del Amazonas, es superior en cuanto a su peso demográfico.
“El río Paraná desde hace siglos vertebra el desarrollo de pueblos y culturas. Prodiga alimentos; riega y calma la sed; transporta y vincula; genera energía y pinta de ocres el paisaje costero; el mismo que con peculiar recurrencia invade y modifica”, expresa el Ing. Mario Barletta en la presentación del libro “El río Paraná en su tramo medio”, del que son autores varios docentes-investigadores de la Facultad de Ingeniería en Recursos Hídricos de la UNL.
¿Desde cuándo existe este río? ¿Cómo se formó? Las opiniones de los científicos no coinciden: unos hablan de tres millones de años y otros de cinco, pero sea uno u otro el punto de origen, desde ese momento tan distante en el tiempo, no dejó de fluir y surcar nuestras tierras.
“El río, tal como lo conocemos en la actualidad, comenzó a formarse en el período Terciario Superior con la unión de la alta y baja cuenca”, dice el doctor en Geología Martín Iriondo. Explica que hubo un levantamiento de la Cordillera de los Andes, que provocó otro en Serra do Mar, en Brasil, generando el bloqueo de los ríos que iban hacia el Atlántico. “Esa pendiente general desapareció y el agua tomó el camino hacia el sur. Ahí nacieron el Paraná y el Uruguay, hace tres millones de años”, dice, para agregar que el Paraná, entonces, no era como hoy lo conocemos; incluso fue un río que migró en un área de más de 100 kilómetros, según registros que ahora la tecnología posibilita interpretar.
En nuestros días, en que la gran mayoría de las personas vive un presente continuo, la imagen del río está asociada con su aprovechamiento económico o recreativo, y con los períodos de crecidas o de pronunciadas bajantes. Sin embargo, el Sistema Paraná es mucho más que lo que individual o colectivamente se asume de él. En forma directa, ha influido constitutivamente en nuestra impronta social y en lugar de ser un límite geográfico, su conocimiento debería ser utilizado para potenciar el crecimiento de las poblaciones localizadas en sus riberas.
Su importancia energética es determinante y, en materia de transporte y puertos -si se cuenta con las mercaderías y productos primarios que vienen del Alto Paraná-, más de 13 millones de toneladas se mueven por la Hidrovía Paraná-Paraguay. A su vera, desde el Pilcomayo, se encuentran localizadas más de 70 terminales portuarias -aunque no todas están operativas- y sólo en la zona del Gran Rosario se se han levantado 16 puertos graneleros, en 67 kilómetros de costa.
Pero, además, el Paraná ha sido una cantera de inspiración permanente para músicos, poetas y artistas plásticos. Su belleza se impone y enamora; su fuerza sorprende y enmudece.
Propuesta editorial
El Litoral, con el concurso de científicos e instituciones, publicará a partir del miércoles 18 de agosto hasta mediados de diciembre, semanalmente, una colección de 14 fascículos vinculados con el río Paraná, en los que se abordará su origen y evolución; el Paraná Medio, los cambios climáticos, las crecidas más importantes y las bajantes más pronunciadas.
Además, la fauna pleistocena; la flora y fauna actual, los pueblos originarios y luego, los hispanos que vivieron y habitan en la cuenca; la calidad de su agua para el abastecimiento humano, de la ganadería y la industria; los puertos y el transporte por la hidrovía y el río como inspirador del arte y la literatura.
Publican artículos: Martín Iriondo, Carlos Paoli (INA), Guillermo Hammerly, Gustavo Aparicio (Fundación Hábitat y Desarrollo), Luis María Calvo y Enrique Butti, los centros de estudio de las Bolsa de Comercio de Santa Fe y de Rosario, la Facultad de Ingeniería en Ciencias Hídricas, Aguas Santafesinas y la Municipalidad de Santa Fe.
La serie es posible por el apoyo económico de la Asociación de Dirigentes de Empresas, Empresa Aguas Santafesinas, Bolsa de Comercio de Santa Fe, Cámara de Diputados, Cámara de Senadores, Concejo Municipal de Santa Fe, Facultad de Ingeniería en Ciencias Hídricas, Lotería de Santa Fe, Municipalidad de Santa Fe, Puerto de Santa Fe, Shell, Universidad Nacional del Litoral, Gobierno de la provincia y CGT-Regional Santa Fe.
La importancia de conocer el río - Por Mario Schreider (*)
Desde tiempos remotos, muchos habitantes de la cuenca del Paraná consideraron al río como una entidad sagrada. Estimaban que en él existían seres que eran dueños y protectores de la naturaleza, así como otros que lo impregnaban de magia y misterios.
Pero ese río mágico y misterioso es también columna vertebral para el desarrollo de nuevas culturas, constituye una vía preferencial de comunicación, facilita los procesos de integración y abre nuevas fronteras para el crecimiento de la región.
El conocimiento de este gigante marrón, constituye un desafío y una necesidad. El estudio del río comenzó hace muchos años, cuando nuestros antepasados se dieron a la tarea de explorarlo concienzudamente, superando las limitaciones provocadas por los escasos recursos disponibles y los peligros de una naturaleza poco conocida.
A los esfuerzos de los primeros colonizadores, se sucedieron los trabajos desarrollados minuciosamente por distintas instituciones durante el siglo pasado, que conforman un legado compuesto por publicaciones pioneras que interpretan la compleja realidad de un río como el Paraná.
Lamentablemente, la valiosa costumbre de plasmar sistemática y ordenadamente los resultados del conocimiento alcanzado y de las experiencias vividas fue dejada de lado. En la década del ‘90, el Estado se ausentó prácticamente del conocimiento de su patrimonio natural y con ello la sociedad fue restándole valor al río. Durante ese período de políticas neoliberales, sólo hubo acciones aisladas llevadas a cabo por las instituciones educativas y el sistema científico-tecnológico.
Ese conocimiento necesario no se agota en el relevamiento de una geografía determinada, en la medición de variables que describan del mejor modo un sistema físico o en la descripción de los géneros y especies que constituyen la flora y la fauna de una región. El conocimiento debe integrar a la sociedad y a la naturaleza en un entramado que represente un fiel reflejo de la vida misma. De la riqueza de esas interacciones depende que el desarrollo sea socialmente equitativo y ambientalmente sostenible.
Por su parte, el conocimiento debe llegar al conjunto de la comunidad, con el nivel y la complejidad que a cada ámbito le corresponda. No se puede demandar una sociedad responsable si no se la dota de la información necesaria para que pueda participar fundadamente de los procesos de decisión que hacen a su propio destino. En esto, los medios de comunicación tienen una responsabilidad indelegable, cuyo cumplimiento requiere de un trabajo colaborativo de los distintos actores involucrados.
Con estas motivaciones, y con el propósito de llevar ese conocimiento de manera simple y amena a todos los lectores, la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas apoya y colabora activamente en este emprendimiento de El Litoral dedicado al río Paraná.
(*) Decano de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral.
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