El potencial del riego como herramienta de transformación productiva, social y económica parece a punto de dar un salto estratégico. En los próximos años, en Santa Fe -y también en Entre Ríos- se estará en condiciones de duplicar la superficie de cultivos intensivos y extensivos que se irrigan para producir más alimentos. Esta creciente demanda supone un desafío profesional complejo para los ingenieros en Recursos Hídricos. La meta es diseñar sistemas de riego que sean muy eficientes y que no comprometan el uso racional y sustentable de un recurso clave.
Con este horizonte en la mira, hay varios proyectos que están avanzando. En la cuenca cañera santafesina (El Sombrerito, Villa Ocampo y Florencia) quieren regar más de 10.000 hectáreas con agua del sistema fluvial del río Paraná, para conformar un polo de producción de azúcar y biocombustibles (la infraestructura se construiría con financiación del Banco Mundial). En Monje, un grupo de productores de frutillas insiste en que es clave irrigar sus lotes para compensar la salinidad del agua de su zona. Y en el sur de Entre Ríos, donde están los mejores suelos de esta provincia, ya hay más de 15.000 hectáreas de soja, maíz y trigo que obtienen un 50 % más de rendimiento porque se trabaja con pivotes de riego.
“El riego puede generar enormes posibilidades de desarrollo para Santa Fe en todas las regiones cercanas al río Paraná y sus distintos brazos”, plantea el ingeniero en Recursos Hídricos Roberto Marano, responsable de la cátedra Diagnóstico y tecnología de aguas, en la Facultad de Ciencias Agrarias (UNL). “Es que el agua es la gran limitante para la producción”, explica Eduardo Díaz, también ingeniero en Recursos Hídricos, y titular de la cátedra Riego y drenaje, en la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Uner (Oro Verde, Entre Ríos).
Marano y Díaz estudiaron en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (Fich, UNL) y luego se especializaron en el área de riego. Están convencidos de que es un campo de trabajo creciente para los profesionales que se forman en este tema. Es que el manejo del agua es la variable crítica en los sistemas productivos.
Por ejemplo, Díaz cuenta que, para cultivar una hectárea de arroz se necesitan 100 kilos de semillas, unos 300 kilos de urea, 50 kg de fósforo y 300 gramos de azufre (los fertilizantes básicos). En cambio, de agua se requieren por lo menos 13 millones de kilos. “Es el factor que maneja todo”, insiste el investigador. Con otros alimentos sucede lo mismo: la producción de un kilo de maíz consume 600 litros de agua y un kilo de carne, cerca de 15.000 litros, es el concepto de huella hídrica que queda en cada alimento”.
Hay varios cuestiones que están impulsando esta tendencia. Por un lado, influye el uso intensivo de tecnología y la profesionalización de las empresas agropecuarias. “Los productores que van quedando son los más eficientes, buscan un asesoramiento mucho más técnico. Por eso consultan cada vez más a los ingenieros en Recursos Hídricos para planificar el manejo del agua”, cuenta Marano.
La demanda de proyectos para riego en toda esta región productiva va mucho más allá de los arrozales y comienza a sumar la renovación tecnológica de los cultivos intensivos, que vienen reemplazando los sistemas de aspersión por los de goteo (en lechuga, tomates, frutillas, arándanos y zanahorias, entre otros). Y en los cultivos extensivos, los productores de soja, maíz y trigo empiezan a considerar el costo de agua para irrigar como una ecuación rentable. “Es una inversión que se paga sola y que garantiza la estabilidad de la producción”, apunta Díaz.
Gestión integrada del agua
Pero el perfil ambiental de las explotaciones agropecuarias es un aspecto que ya no se puede descuidar. “El crecimiento agropecuario comienza a ser regulado y el uso del agua, también”, advierte Marano. “Es clave estudiar cada caso a partir de una gestión racional y eficiente de un recurso que es muy valioso y que no siempre es abundante”, opina Díaz.
Los dos investigadores explican que no es lo mismo pensar un sistema de riego cerca del río Paraná, que tiene caudales abundantes, que hacerlo en algunos acuíferos del centro-norte de Santa Fe en los que el recurso es mucho más escaso y vulnerable (con riesgo de que se desarrollen procesos de salinización).
Por eso, el asesoramiento profesional de los ingenieros en Recursos Hídricos no sólo es importante para planificar las cuestiones técnicas del sistema y la inversión tecnológica, también resulta fundamental para evaluar la sostenibilidad productiva y ambiental de las explotaciones agropecuarias. Un eje cada vez más importante en el marco de una sociedad que demanda que los alimentos sean producidos sin degradar el medio ambiente y sin agotar los recursos naturales.
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