Así lo aseguró este mes un nuevo análisis de modelos informáticos hecho por científicos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos hecho en esta zona, donde se forman la mitad de los vientos huracanados del orbe.
Según Anand Gnanadesikan, líder del equipo de investigadores, aunque lo concebimos como azul, el océano es en realidad de un tono azul-verdoso debido a la presencia de clorofila, pigmento verde que tienen las plantas para hacer fotosíntesis.
“La presencia de este pigmento puede variar según la cantidad de algas que tenga y lo que vimos en este estudio es que eso puede tener un efecto en la temperatura del agua. La temperatura es un factor clave en la formación e intensidad de los huracanes” , dice el reporte de NOAA.
Por ejemplo, los científicos explican que cuando hay bastantes algas en la superficie del mar, hay mucha clorofila que captura y convierte la luz solar en alimento para las algas. A la vez, esta clorofila concentra el calor en la superficie del mar.
Eso favorece los huracanes, pues estos son como inmensos motores que utilizan el aire cálido y húmedo como combustible, cuando el agua del mar se calienta, se evapora más y el aire cálido y húmedo se eleva originando áreas de menor presión cerca de la superficie.
“Esa área se vuelve a “rellenar” con el aire circundante en un ciclo repetitivo que origina inmensas masas de aire, agua y vapor y que se mueven circularmente”, explican los expertos.
Muy por el contrario, en ausencia del verde océanico –p0ropio de las concentraciones de clorofila en el agua–, la radiación solar penetra más fácilmente y a una mayor profundidad en e mar, dejando la superficie fría.
Esta agua fría en la superficie del Pacífico altera los patrones de circulación del aire y hace que los vientos más intensos se mantengan en lo más alto, lo que impide o al menos desfavorece la formación de tormentas tropicales fuertes y huracanes.
Como conclusión, los especialistas de NOAA también alertaron esta semana que las poblaciones de algas se han reducido en todos los océanos del mundo durante el último siglo, lo que implicaría quizá menos huracanes, pero acarreará otros problemas para los ecosistemas marinos.
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