Por primera vez, un grupo científico está evaluando en la porción más alta de las sierras de Córdoba la variación que ofrecen, como "productoras" de agua, las zonas de montaña en las que se conservan bosques y pastizales nativos, respecto de aquellas que los han perdido.
Los primeros datos recogidos muestran que durante la estación seca (de mayo a setiembre), en la zona de formación de los ríos y arroyos cordobeses con alguna cobertura de bosque "se produce en promedio unos 2.300 metros cúbicos de agua por mes y por kilómetro cuadrado, más que en las cuencas sin bosques nativos".
La diferencia por kilómetro cuadrado hasta ahora medida es de 2.300.000 litros de agua mensuales, y las zonas consideradas con bosques no son necesariamente las tapizadas de árboles, sino las que aparecen entre un 15 y 30 por ciento cubiertas con especies nativas.
El proyecto de investigación, financiado por el Conicet, es desarrollado desde el año pasado por un grupo de biólogos y agrónomos, conducido por Ana Cingolani, Diego Gurvich y Daniel Renilson, que se desempeñan como docentes e investigadores en la Universidad Nacional de Córdoba.
Cingolani remarcó a este diario que los resultados aún son preliminares y que aguardan repetir los relevamientos al menos durante dos años más para tener conclusiones definitivas.
El biólogo Renilson contó que el grupo viene analizando 18 cuencas hídricas en la zona alta de las Sierras Grandes. Relató que en un sector de Los Gigantes donde se restauró la forestación autóctona "ya se perciben signos de que en invierno baja más agua hacia los arroyos que en áreas cercanas que están deforestadas".
El trabajo parte de la premisa de que "gran parte de la humanidad depende de las montañas para obtener agua", aunque aclara que la relación entre presencia de bosques y generación de agua no es igual en todos los casos, dependiendo del tipo de clima y de las especies forestales de cada zona.
En el caso de Córdoba, con un clima semiárido y precipitaciones que se concentran en verano, es durante los meses de pocas lluvias cuando se observa esta relación de a menor bosque autóctono, menor reserva de agua en las cuencas.
El dato es relevante para una provincia que el último año sufrió una crisis hídrica y que no tiene resuelto cómo evitaría otras si las lluvias no caen en tiempo y forma.
En el verano, los ríos y arroyos bajan más agua. A veces, demasiada. Sin bosque ni pastizales que ayuden a retener las gotas de lluvia en el suelo, el agua erosiona y "pela" las laderas serranas, y las crecientes son cada vez más fuertes. Toda el agua baja en un día, genera riesgos de inundaciones y acumula en los lagos los sedimentos que arrastra.
En cambio, donde hay protección vegetal, la tierra hace de esponja, y va liberando agua por las vertientes naturales, paulatinamente, durante el resto del año.
El informe expone que la deforestación en los últimos años se debe al sobrepastoreo ganadero, a la mayor urbanización y al efecto de los incendios. La tala, en la alta montaña, ya no es tan marcada.
Según Renilson, sobre esa área vital por encima de los 1.500 metros de altura, el desmonte por tala se dio décadas atrás y hoy es bajo. "En la zona alta de las Sierras Grandes, estimamos que del 50 por ciento que estaba cubierto por bosques nativos, debe quedar un 15", calculó, tras plantear la utilidad que tendrían políticas activas de mayor control sobre lo que queda pero a la vez de reforestación de áreas.
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