La ola de calor anómalo de al menos 55 días que azotó recientemente a Rusia, supuso un cambio radical en el léxico de los pronósticos meteorológicos. Antes se trataba de análisis sobre observaciones de los fenómenos atmosféricos, ahora son más bien predicciones, a pesar de que esta expresión tiene muy poco que ver con la ciencia.
Ahora, los meteorólogos parece que se convirtieron en pitonisas cuyas palabras pueden interpretarse de cualquier manera, pues la terminología que emplean es muy ambigua.
Dicen, por ejemplo, que el próximo invierno será probablemente, frío, ya que los ciclos climáticos extremos ahora serán más frecuentes. Aquí la palabra clave es "probablemente".
Incluso el consejero del Presidente para el clima, presidente de la Organización Meteorológica Mundial Alexander Bedritski, habla sobre el tema con mucha precaución, diciendo que las predicciones acerca de la temporada fría en la que se necesitará calefacción estarán listas tan sólo a mediados de septiembre.
Hablar del verano del 2011 es más inútil todavía, ya nadie se atreve a hacer los pronósticos a un plazo tan largo. Los expertos, impotentes al explicar las razones de este verano tan extraño, tratan de evitar palabras concretas. En lo que se refiere a las causas de los 55 días del bochorno, denominado científicamente "ola de calor", proponen las más diferentes de las explicaciones.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) francés estipula que la sequía y las inundaciones de Europa y Pakistán se debe a cambios climáticos provocados por la contaminación y emisiones de gases de efecto invernadero.
Francia sufrió esta ola de calor en 2003. Los especialistas británicos hablan de la potencia de un anticiclón bloqueador y de corrientes en chorro (flujos rápidos de aire que se encuentran en la atmósfera a una altura de 7-10 km) que inmovilizaron ese anticiclón sobre el territorio de Rusia.
En el Instituto de Geografía de la Academia de Ciencias de Rusia explican el calor prolongado por los cambios globales en la circulación de la atmósfera. Otros expertos responsabilizan de lo ocurrido al cambio de corrientes cálidas en la parte trópica del Océano Pacífico (El Niño) por las corrientes frías (La Niña).
Digan lo que digan los meteooráculos, lo único que está bien claro es que el clima ahora es menos equilibrado y con bruscos altibajos de temperaturas: inviernos demasiado fríos y veranos demasiado calurosos.
Además, los ciclos climáticos persisten durante períodos largos, hasta 2 meses, y a menudo en condiciones extremas. Aquí están los ejemplos bien conocidos: el calor anormal en Rusia Central, aguaceros e inundaciones en Polonia, Alemania, Chequia y Letonia, al igual que en Pakistán y China, verano muy frío en Siberia adonde entró el aire ártico, y, por fin, las heladas de 20 grados bajo cero en julio en América del Sur.
Tenemos predicciones de meteorólogos, aunque muy vagas. Ahora bien, ¿cómo vivir con ello? La respuesta es de nuevo muy ambigua. En las condiciones establemente extremas el hombre tiene que, primero, "adaptarse a este régimen de meteoros extremos, y, segundo, minimizar la carga sobre el sistema climático", ya que la actividad humana influye en mayor medida al crecimiento de concentración de gases de efecto invernadero, conllevando cambios climáticos, sostiene Alexander Berditski.
El segundo punto está más o menos claro: ya en vísperas de la cumbre de Copenhague de la ONU sobre los cambios climáticos en diciembre de 2009 el presidente Dmitri Medvédev había declarado que Rusia aspiraba a reducir para el año 2020 las emisiones de gases de efecto invernadero en un 25% comparado con el año 1990. Los expertos dicen que es una meta alcanzable.
Pero, ¿cómo adaptarnos al régimen de meteoros extremos?
Esta cuestión es mucho más complicada. Está claro que la modificación biológica relacionada a los cambios climáticos es un proceso duradero y poco previsible. Cualquier retórica biológica nos llevará a la demagogia sobre la evolución de especie, mientras que lo que interesa es diseñar un proyecto bien concreto: cómo adaptarse a los caprichos de naturaleza, previniéndolos y reaccionando a ellos de forma rápida.
Es un proyecto costoso, cuya elaboración la estimuló el calor.
Está concluyéndose el proyecto de modernización de sistemas de observación meteorológicos, "indicadores" de tiempo y sus cambios. La mayor parte de 1.800 estaciones meteorológicas en Rusia ya está dotada de equipo moderno.
Según el sitio web del Servicio Federal para Hidrometeorología y Monitoreo del Medio Ambiente Rosgidromet fueron puestas en funcionamiento 7 estaciones meteorológicas nuevas, más dos puestos hidrológicos (completados por 148 provisionales, organizados para la temporada de riadas), dotados de equipo moderno.
El lanzamiento de satélite meteorológico de alta tecnología de generación nueva "Meteor-M1", realizado el año pasado, marcó el inicio del programa de recuperación del grupo ruso de satélites meteorológicos. En 2009 fueron puestas en funcionamiento máquinas de procesamiento de datos de alta capacidad en el Centro Mundial Meteorológico en Moscú y el Observatorio Geofísico Principal de San Petersburgo, así como dos máquinas de procesamiento de datos en centros meteorológicos regionales de Jabárovsk y Novosibirsk.
La capacidad de los superordenadores resultó ser tres veces mayor de la prevista.
La modernización de las redes de observación se desarrolla peor. Así, por ejemplo, se nota una evidente falta de radares láser-doppler, que permiten registrar las señales de cambios de clima más difíciles de captar y ofrecen la posibilidad de hacer los pronósticos meteorológicos más exactos. Los peritos afirman, que para el 2015 habrá que instalar unos cien radares de este tipo, como mínimo. Será difícil superar la cuantía dada, ya que esta obra de altas tecnologías vale 1,2 millones de dólares.
Para hacer previsiones hora por hora para cada día falta una red de sistemas de observación muy diversificada, como la de República Popular China, donde alcanzan 35.000. Pero para Rusia es inalcanzable por ahora. Además, es poco probable que el equipamiento meteorológico, como los radares doppler, se haga menos caro, ya que las tecnologías aplicadas en estos dispositivos son únicas.
Todavía faltan metodologías correspondientes para previsión de meteoros extraordinarios y circulación de la atmósfera. No es de extrañar: la historia de meteorología tiene 130 años y ésta es la primera vez que la humanidad se enfrenta a un aflujo de anomalías climáticas tan considerables.
Y no obstante, la situación actual no es algo excepcional. Según las crónicas, en el segundo y el tercer cuarto del siglo 14 Rusia sufrió 12 sequías.
Otro calentamiento fue registrado justo antes de la Segunda Guerra Mundial y alcanzó su máximo en el período del 1936 al 1938.
En la meteorología rusa es habitual hacer una revisión de datos completa y generalizarlos una vez cada 30 años. El penúltimo summary abarca el período del 1960 al 1990. Desde 1991 ha empezado el nuevo período de cálculo de meteoros peligrosos que permite concluir, que tanto el número, como la intensidad de "caprichos" de la naturaleza van creciendo.
Por ejemplo, casi cada año Rusia sufre de sequía. Cada año tienen lugar inundaciones. Los huracanes ocurren cada vez más a menudo debido a la colisión de contrastes: aire caliente y frío (la diferencia de temperaturas va creciendo constantemente). El verano una vez es demasiado caluroso, otra vez es demasiado frío. Y el detrimento causado por las catástrofes naturales asciende a 30-60 mil millones de rublos.
A partir de las consideraciones mencionadas, los meteorólogos plantean la necesidad de perfeccionar las metódicas de previsión, incluyendo computación matemática más exacta. Al mismo tiempo, el IPCC y el Roshidromet nos advierten de manera cautelosa que nos preparemos para nuevas olas de calor. Sin concretizar, cuándo y cómo.
Mientras tanto, el Ministerio de Naturaleza ha propuesto reformar el Roshidromet, teniendo elaborada la estrategia del desarrollo del servicio hasta el año 2030 con tal de ir intensificando su modernización desde el año 2020 y subirlo al nivel mundial. |
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