Desde hace algunas décadas se viene avisando, desde la ciencia, que el agua potable está en camino de adquirir una valoración que superará a la de los llamados commodities, incluyendo al petróleo y al oro. Y la soja.
El caso del conflicto con Uruguay por la instalación de una pastera (fábrica de pasta de papel) a orillas del gran río de ese nombre, fue un eco fuerte de dichas advertencias. Los hechos consumados por el incumplimiento del Tratado del río Uruguay han quedado sin alteración. Se han convenido formas de control que no terminan de conformar a los vecinos argentinos más próximos. En estos días se habla mucho de un emprendimiento correntino para embalsar las aguas del arroyo Ayuí, como punto de partida para un sistema de riego de grandes arrozales. Los capitales serían aportados por una multinacional y un grupo económico concentrado de nuestro país, pero el costo de las obras previas no se sabe cómo se atendería. Resulta que el emprendimiento se instala en un sector que corresponde a un acuífero, el Guaraní, importante para Brasil, Argentina, Uruguay y, en verdad, para toda la humanidad. Además, el Ayuí es una corriente superficial importante que llega a echarse al Uruguay a través de otro arroyo. Esta circunstancia hace que deba considerarse si el emprendimiento puede estar comprendido en el Tratado con la República Oriental: si afectará en calidad y cantidad a las aguas del río Uruguay. Y, por último, la represa, el lago, el uso de las aguas, alterarán el ambiente de una vasta superficie de la Mesopotamia. Toda represa introduce cambios en el ambiente, pero recién con la problematización del agua potable se ha comenzado a reclamar una mirada más abarcadora acerca de este aspecto de la cuestión a fin de establecer la relación entre beneficios y daños. Ya puede hablarse de un conflicto por el represamiento de las aguas del Ayuí, pues el gobernador correntino se ha expresado a favor del emprendimiento, que cuenta con un pronunciamiento también favorable de la legislatura del distrito.
Puede parecer extraño, pero algunos partes de la gran batalla mundial por el agua potable, salen también desde nuestra provincia. Con ser La Pampa un territorio escaso en aguas superficiales y en lluvias (andamos entre árido y semiárido, o sea, según el dicho, "de la cuarta al pértigo") la batalla registra partes de cierta antigüedad, como son los reclamos por el Atuel y el Salado, y los acuerdos por el uso del Colorado, y las más recientes, que se refieren al acuífero de General Acha y, ahora, a las napas de agua potable de que se sirven vecinos urbanos y rurales de la zona de Macachín. El problema (nuestra participación en la gran guerra del agua) detonó así con respecto a las aguas subterráneas con motivo del anuncio de la instalación de la empresa Fiasa (Frío Industria Argentina S.A.), cuyo proyecto supone el uso abundante del agua potable disponible. Quizá influidos por los sucesos de la pastera ex Botnia, vecinos de General Acha objetaron esa instalación y lograron que la empresa buscase otro lugar. Macachín, con su proximidad a salinas (otro insumo para el emprendimiento), empezó a avanzar en el proceso de aceptación, pero también allí ha surgido un movimiento "espontáneo" para oponerse. Se pide disponer de algunas certezas básicas sobre el efecto de la incidencia de ese uso de las napas para saber si no compromete la disponibilidad del agua para su uso actual en la ciudad y la zona rural inmediata. También en Santa Rosa, ante un proyecto inmobiliario que podría afectar al acuífero de Anguil, se ha pedido un estudio previo exhaustivo, porque esas aguas son parte importante del abastecimiento de esta ciudad.
Llamo "partes" de la grande y planetaria batalla por el agua a estos hechos. De pronto estamos cayendo en la cuenta de que nuestra tierra y el planeta entero comienzan a decirnos "hasta aquí llegamos".
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