La presencia de Cristina Fernández de Kirchner en la localidad santafesina de San Genaro tuvo un significado simbólico trascendente: no resulta habitual que un jefe del Estado argentino viaje hasta un pueblo del interior para la inauguración de una obra.
En este caso, el desembarco de la presidenta en la provincia se debió a la importancia del acueducto centro-oeste, que se erige como un paso adelante de gigantesco valor para la región que se verá beneficiada.
La megaobra, en efecto, brindará una solución integral a un problema tan antiguo como agudo, vinculado no sólo con la carencia del vital elemento en una vasta zona sino con el enorme riesgo sanitario para la población que generaban napas subterráneas de agua con elevados niveles de arsénico y nitratos, por lo cual la concreción del acueducto debe ser también contemplada como una acción directa de medicina preventiva que permitirá mejorar la salud de la gente.
La Argentina es un país donde en demasiadas ocasiones el árbol suele obstruir la visión del bosque. Y así, las disputas políticas de bajo vuelo y corto plazo terminan nublando la perspectiva que ineludiblemente debe tenerse, sobre todo en la función ejecutiva, sobre la totalidad territorial de la Nación y su futuro.
La realización en tiempo y forma del acueducto centro-oeste marca con nitidez el camino a seguir: el de las obras infraestructurales, de las cuales tan necesitada se encuentra la Argentina.
Ojalá este ejemplo se extienda a otras áreas donde las deficiencias son obvias, como la red caminera nacional. El despegue definitivo del país depende de que sus dirigencias tomen el rumbo de los hechos concretos, con eficiencia y criterio federal. |
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